Capítulo 3
S: Bueno, Manuel
comenzamos, ¿Cuál es el nombre, dirección y teléfono de tu madre?
M: Carina… Carina
Zampini. Pero usted no irá a llamarla,
¿no? (preguntó inquieto después de darle las referencias).
S: Eso es cosa de
mi abuela, Esperanza. ¿Qué edad tiene tu
madre?
M: Ya es vieja
(si lo oye su madre pensó Sebastián). Es
por eso que debemos darnos prisa. Mañana
cumple Treinta y tres años. Como ve, ya
no le queda mucho tiempo. Y además tiene
una que otra arruguita por aquí (declaró llevándose los dedos al rabillo de los
ojos).
S: Está en plena
decadencia, ¿no?.
Le pregunta
Sebastián sarcásticamente, al tiempo que intentaba evitar la risa por la forma
que Manuel se expresó de su madre dando por hecho que la mayoría de los chicos
ven a cualquier adulto mayor de treinta años como a una persona en decadencia.
M: Pero no escribiras
eso. Tal vez si van a un sitio
romántico, con velas, el candidato no se dará cuenta.
La cara de Sebastián
desapareció detrás del formulario, incapaz de ocultar su hilaridad.
S: Sigamos. Estatura y peso (le preguntó Sebastián con voz
neutra al cabo de un instante).
M: Mi mamá no es
gorda. Y es bastante alta. Bastante más alta que yo. Aunque no me preocupo porque la estatura es un
rasgo genético característico de la familia, y todas las posibilidades juegan a
mi favor (declaró, adelantando la barbilla con decisión).
S: Estoy de
acuerdo contigo. ¿Color de los cabellos
y de los ojos?
M: Pelo color
rubio y ojos color marrón.
S: Ocupación?
M: Actualmente, trabaja
en el restaurante de un amigo como anfitriona.
Ella atiende y acomoda en sus lugares a los clientes cuando llegan al
restaurante. A propósito, ¿quiere que le
enseñe una fotografía? (sin esperar respuesta sacó una fotografía del bolsillo
y se la enseñó).
Manuel ocultó una
mueca burlona al ver la reacción de Sebastián. Su expresión era igual a la suya cuando le
servían una gran copa de helado. Desde
luego que su madre era bastante mejor que los helados. Hasta sus propios compañeros de clase lo
admitían. Sin hacer comentarios, Sebastián
le devolvió la fotografía.
S: ¿Anfitriona?
M: Bueno a mi
madre le hubiese gustado ser actriz de telenovelas pero lamentablemente no tuvo
el tiempo disponible porque ella se dedicó a mí. Como le dije actualmente es la anfitriona en
un restaurante de un amigo y la verdad es que trabaja mucho (afirmó con una
cierta tristeza) por mi bienestar. Y te
aseguro que no quiere un marido o algo así para que la ayude a pagar las
cuentas.
Sebastián alzó
las manos. Eran unas manos de largos
dedos. Como las de su madre, claro que
más grandes.
S: Tranquilo,
amigo. Yo solo hago las preguntas. No soy un juez, ¿de acuerdo?
M: De acuerdo. ¿Qué más quiere saber sobre mi madre?
S: El estado
civil actual de tu madre, cuántos hijos tiene y tipo de residencia.
Manuel respiró
hondo.
M: Ella es
soltera. Vivimos en un apartamento. Pablo era mi papá, se marchó hace ocho años. Creo que debí haber dicho divorciada. Los papeles del divorcio llegaron tiempo después
de la partida de él (declaró Manuel encogiéndose de hombros). En cuanto a los hijos, bueno, soy yo. Así que el candidato no tendrá que esforzarse
mucho. Solo somos los dos, y yo no le
daré problemas.
S: Estoy seguro
de que así será (comentó Sebastián bajando la mirada).
Sebastián se
decía a sí mismo “Pobre niño, llamaba a su padre por su nombre de pila. ¿Manuel se dará cuenta de que realmente tenía desesperación
por encontrar un reemplazante de su padre, más bien la necesidad de una figura
paterna?” Muy dudoso que así fuera. Manuel creía tenerlo todo estudiado... o al
menos así lo pensaba.
S: ¿Cuál sería el
compañero ideal para tu madre? ¿Tienes
alguna idea? (le volvió a preguntar Sebastián tras una pausa).
M: Un vaquero, un
ranchero o un actor.
S: Estás de
broma.
M: Bueno, es lo
único que le falta por conocer.
S: ¿Lo único?
M: Sí. Me refiero a lugares y a los tipos de esos
lugares.
Sebastián sintió
que la palabra «tipos» le molestaba. ¿Es
que el chico quería decir que su madre había salido con varias clases de hombre
buscando al compañero ideal? Sebastián apretó
los labios.
Por alguna razón,
le molestaba considerar esa posibilidad, especialmente después de haber
observado la foto que Manu le había enseñado y en la misma Sebastián pudo
observar una bellísima, amplia e hipnotizadora sonrisa que iluminaba como
también pudo observar una vulnerabilidad que asomaba desde el fondo de sus dos grandes
ojos marrones.
S: ¿Viajan mucho?
M: Estamos
obligados. Al principio lo hacíamos con Pablo.
Ahora mamá intenta encontrar un hogar
perfecto para nosotros. Pero la manera
en que lo intenta no funciona. Por eso
es que decidí ayudarla.
S: Y tú crees que
resultará de esta manera.
M: Un ordenador
lo resuelve todo (declaró satisfecho). ¿Qué más necesita saber?
S: ¿Cuáles son
las cosas que le desagradan a tu madre? (preguntó Sebastián, decidido a cambiar
de tema).
M: Margarita Mayers.
S: ¿Cómo dices?
M: Esa es la
chica con la cual mi padre se escapó. Pablo tuvo que esperar hasta que ella
terminara el colegio antes de abandonarnos y eso le dolió mucho a mamá. ¿Ya hemos terminado?
S: No todavía. Ahora viene la parte más difícil. Me temo que las próximas preguntas serán más
personales (Manuel observó Sebastián con el ceño fruncido. Le disgustaba someter a Manuel al
interrogatorio que vendría a continuación).
M: Usted bromea. ¿Cree que las otras preguntas fueron muy
fáciles? (explotó Manuel). ¿Más
personales? ¿Qué más les interesaría
saber? ¿O tal vez usted se refiera a...?
(balbuceó con una mirada de horror haciendo la seña con sus dos dedos índices).
¡Eso es repugnante! Mi mamá no hace esa clase de...
Sebastián intentó
ocultar su regocijo. De uno u otro modo
ella tendría que haberlo hecho alguna vez, puesto que la evidencia de ello se
encontraba sentada frente a él, mirándolo furioso.
S: Verás... esto
sería más fácil si pudiéramos hablar con ella. ¿Estás seguro de que no puedes traerla aquí el
día de su cumpleaños? Podríamos hacerle
todas estas preguntas y conseguir una mejor...
M: No! Mi madre
no lo hará si... (Manuel se detuvo bruscamente, intensamente ruborizado).
S: Vamos, vamos. No te pares, continúa. ¿Tú crees que ella se molestaría si supiera lo
que intentas hacer? (le preguntó Sebastián directamente).
La expresión
divertida de Sebastián se había borrado de su cara. Claro, justo lo que su abuela necesitaba. Más problemas para su negocio. Se inclinó sobre el escritorio, no sin antes
apartar un delicado florero que contenía una sola rosa amarilla.
S: Mira, chico. Si esto es algo que ella no aprobaría, ¿por
qué obligarla a aceptarlo?
M: Es posible que
no lo apruebe, pero lo aceptará como sea (respondió Manuel, desafiante).
S: Manuel, debes
aceptar los hechos (lo amonestó Sebastián secamente). Si no eres capaz de responder las preguntas no
podré componer su perfil. Así que o tú o
ella tendrán que responder el cuestionario. ¿Qué me dices?
M: ¿Cuáles son
las otras preguntas? (preguntó Manuel disgustado).
Sebastián miró el
formulario.
S: Sobre sus intereses
generales, aficiones, cosas en que se siente fuerte y en las que se siente
débil. Tipo de personalidad. Metas y ambiciones. Y además se supone que tiene que hacer una
descripción de sí misma.
La expresión de
Manuel era de una total perplejidad. Pero
eso fue solo al principio.
Continuará….
Ay...por favor, cómo me enganchas con tus historias!!!! Gracias!!!!
ResponderEliminarAgradeciendo como siempre tus lindos comentarios.
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