Capítulo 7
C: Santo cielo,
pensé que eras amigo de Manuel.
S: Y lo soy.
C: Pero él me
dijo... yo pensé que...
S: Que era un
chico. Lo siento mucho. Creo que ya podemos quitarte esto (dijo Sebastián
deslizando sus manos por detrás de la cabeza de Carina. Carina sintió una gran tentación de huir,
pero en vez de hacerlo se quedó paralizada allí mismo. Intentó rechazar el ridículo temor que se
apoderaba de ella y rechazar también su atracción hacia ese hombre inquietante
que ya conocía. Tenía que ser por el
fresco aroma silvestre que se desprendía de su cuerpo, ya que el resto no era
demasiado atrayente. Bueno, aparte de su
figura, del color de los ojos y de su voz.
M: Sorpresa,
mamá. ¡Feliz cumpleaños! (le anunció Manuel
con cara de felicidad).
Carina una vez libre
de la venda, se dio cuenta de que había otras personas en la sala, además de Manuel
y Sebastián. Junto a su hijo había una
hermosa anciana de pelo blanco. Y en un
rincón, un hombre y una mujer que la miraban con una intensidad que la
incomodaba.
EE: Bienvenida,
señora Zampini. Soy Esperanza Estevanez,
propietaria de la agencia La Rosa Amarilla. Su hijo ha contratado nuestros servicios como
un presente de cumpleaños para usted.
C: ¿Qué clase de servicios?
(pregunto Carina intentando ocultar su molestia).
EE: Somos una
agencia matrimonial.
C: Que
sorpresa... más encantadora (balbuceó al tiempo que intentaba sonreír
abiertamente, rezando para que su hijo no notara su horror).
En ese instante un
flash de una cámara la obligó a parpadear.
S: Mantén la
sonrisa (le sugirió Sebastián). Ellos
son periodistas.
C: ¿De quién fue
la idea? (preguntó entre dientes).
S: De tu hijo.
Eso lo cambiaba
todo. Una sonrisa más natural apareció
en su rostro y abrazó a Manuel con fuerza.
C: Gracias,
cariño.
M: No te importa,
¿verdad, mamá? Descubrí el anuncio en el
periódico. Es la Agencia Matrimonial La Rosa
Amarilla. ¿Te das cuenta? Rosas amarilla. Y aquí utilizan ordenador.
Eso explicaba el
interés de Manuel.
C: No me digas. Ordenadores, vaya. Ya veo por qué te llamó la atención. Muy científico.
M: No puedes
perder. Ahora la señora Esperanza va a
introducir tus datos y luego veremos quién será tu acompañante.
EE: ¿Está lista? (le
preguntó la anciana alzando una ceja).
Carina captó una nota
de comprensión en la voz de Esperanza. Al parecer, la jefa había captado su falta de
entusiasmo.
C: Estoy lista (dijo
con una sonrisa desconcertada).
Esperanza se
acercó al ordenador y presionó una serie de teclas. Un minuto más tarde la impresora empezó a
funcionar y sacó una página inicial.
EE: Cielo santo! Miren esto. Ha encontrado una pareja que coincide con ella
en un noventa y nueve por ciento. No
creo haber visto nunca que esto suceda en el primer intento.
M: ¿Quién es? (preguntó
inquietante Manuel). ¿Es el mejor
candidato?
EE: Un noventa y
nueve por ciento sugiere que es un excelente candidato. No se puede conseguir algo mejor (confirmó Esperanza).
M: No lo sé. Ese uno por ciento que falta podría ser un
problema (objetó Manuel con el ceño fruncido).
La próxima página
salía ya de la impresora.
EE: De acuerdo. Aquí están los resultados. Y el ganador es... (Los ojos azules de Esperanza
se abrieron de par en par). ¡Cielo
santo!
La periodista y
el fotógrafo se inclinaron sobre el hombro de Esperanza.
Periodista: ¿Qué
dice? (la periodista arrancó la hoja de las manos de Esperanza y luego enarcó
las cejas). Sebastián Estevanez. Esperen un minuto. Conozco ese nombre. Ah, es usted (dijo al fin volviéndose a Sebastián).
S: ¡Esperanza!
¿Qué demonios has hecho? (Sebastián le arrebató el papel a la periodista). Esto no puede ser. Debe haber un error.
Carina le echó un
rápido vistazo. Probablemente Sebastián tenía
razón y había un error. Esas cosas
pasaban, especialmente en cuestiones de sistemas electrónicos como un
ordenador. Pero no, ahí estaba su
nombre.
El actor, Sebastián
Estevanez era en un noventa y nueve por ciento la pareja ideal para Carina Zampini.
S: Tiene que
haber un error (repitió Sebastián). Ni
siquiera figuro en la base de datos del maldito ordenador.
Esperanza se
aclaró la garganta.
EE: A decir
verdad eso no es tan cierto. Verás, te
pusimos a modo de prueba y creo que se nos olvidó borrarte.
S: Bien, elige
entonces al siguiente candidato.
EE: No hay otro. Generalmente tenemos dos o tres más. Pero en este caso solo hay uno. Y eres tú.
Manuel sonrió muy
contento.
M: Feliz
cumpleaños, mamá. Yo te lo compré (exclamó
al tiempo que se volvía a Sebastián). Él
es tu regalo.
Continuará….
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