viernes, 21 de febrero de 2014

Capítulo 11


Capítulo 11

Experimento “Un Marido para Mamá”
Informe sobre el desarrollo de los acontecimientos

Los resultados no han sido aquellos que yo esperaba.
Al parecer a Sebastián Estevanez no le ha gustado mi experimento.

No sé si el asunto va a funcionar, porque a mamá no le gusta Sebastián. Aunque me di de cuenta que a Sebastián le gusta ella.

Pero como no tengo más alternativas, debo seguir adelante con mi plan.  Veré qué sucede después de la primera entrevista.

Y si no resulta, tendremos que pasar al Plan B.



Cuenta Manuel:
Sebastián llamó a casa.  Prometió que vendría.  Algo relacionado con el formulario de mamá.  Esto no me gusta.  Creo que va a sugerirle que lo revise por si no está de acuerdo.  Si lo hacen tendré que vérmelas con algo diferente.  Me gusta Sebastián.  Pienso que no abandonaría a mamá.  Por lo tanto si lo elijo como mi futuro padre, tendría que encontrar el modo de manipular los resultados, si ellos cambiaran el formulario.  Tal vez una llamada telefónica...

Sebastián vio a Carina apenas entró en el restaurante.  Se encontraba junto a un atril en madera en la espera de los clientes.  Pero a medio camino se detuvo y alzó la cabeza bruscamente.  Su mirada recorrió la habitación y se posó en él.  Abrió los ojos de par en par al tiempo que unos menús del restaurante se inclinaba peligrosamente hacia el suelo.  ¡Maldición!  Debería recordar que su coordinación de movimientos no era nada buena.

S: ¡Carina!  Ten cuidado (la potente voz de Sebastián se oyó por encima del rumor de la conversación de los clientes en el salón).

Ella se sobresaltó al oírlo y desesperadamente intentó equilibrar al recoger los menús.  Demasiado tarde la mayoría iban cayendo en cascada hacia el suelo

Uno de los menús voló directo al centro de la mesa contigua justo cuando el mesero colocaba una jarra de sangría derramando la misma sobre los pantalones de uno de los clientes.

¡Oh, Dios! Carina dejó los demás menús en el suelo e intentó secar rápidamente la sangría derramada sobre el mantel de tela de la mesa pero ya el líquido lila caí sobre los pantalones del cliente.  Carina al ver dónde se llegaba la sangría se detuvo vacilante.

C: Lo siento mucho, señor.

Durante un segundo el cliente se quedó contemplando atónito su regazo manchado de la bebida derramada.

Cliente: No se preocupe solo fue un accidente. 
C: No se preocupe la cuenta es por la casa.

El hombre se levantó de la silla con tan mala suerte que tropezó con la mesilla de las bandejas de la mesa del al lado.  La bandeja junto a él cayó pesadamente sobre los pedazos de platos rotos y comida desparramados por el suelo, sacando de las casillas al cliente.

Cliente: Estúpida.

Eso ya fue suficiente para Sebastián que observaba la escena con los brazos cruzados sobre el pecho.  De dos zancadas se abrió paso entre las mesas de clientes que miraban curiosos, y se puso delante de Carina, al tiempo que ayudaba al hombre a ponerse en pie.

S: Tranquilo, amigo.  ¿No ve que fue un accidente?  La dama se ha disculpado, así que le sugiero que dé el asunto por terminado.
Cliente: Quítese de en medio.  El problema no es con usted, es con ella.

Carina lo tironeó de la camisa.

C: Tiene razón, Sebastián.  Esto no es asunto tuyo.  Yo puedo manejarlo.  Tengo experiencia en esta clase de cosas.
Cliente: Le he dicho que se largue (le ordenó el cliente a Sebastián).  Tengo un pequeño asunto que discutir con esa hija de...
S: Cuida tu lenguaje, señor, o tendrás que vértelas conmigo (lo cortó Sebastián antes de que lanzara la palabrota).
C: ¿Cómo me ha llamado? (intervino furiosa Carina indicando a los clientes que miraban con la boca abierta).  ¿No se da cuenta de que hay señoras y niños en el local?
Cliente ¿Y qué?  Me importa un...

Antes de que pudiera continuar Sebastián lo agarró por el cuello de la camisa con tanta fuerza que el hombre comenzó a ahogarse.

S: Déjame explicarte unas cuantas cosas, amigo.  Lo que ha sucedido es realmente penoso.  Tengo que admitir que Carina tiene un pequeño problema de organización con sus piernas y brazos.  Pero si intentas ofender a esta mujer o a los clientes con ese lenguaje, me obligarás a tomar medidas más serias (le afirmó aflojando la presión sobre el cuello del cliente).

Al fin el hombre pareció darse cuenta del tamaño de su oponente.

Cliente: De acuerdo, de acuerdo (logró decir jadeante).

En ese momento, Carina volvió a tironear la camisa de Sebastián con tal fuerza que se abrieron las costuras a la altura del hombro y una manga quedó casi desprendida.

C: Sebastián, tienes que marcharte.  Ahora mismo.  Espérame en el coche y me reuniré contigo en unos minutos.

En ese momento apareció el dueño del restaurante de dondequiera que hubiera estado escondido.

F: ¿Qué pasa aquí?  ¿Qué ha sucedido? (preguntó como si no hubiera oído ni visto nada).

Menos intimidado, el cliente señaló a Carina y a Sebastián.

Cliente: Su anfitriona me tiró una jarra de sangría.  Me ha estropeado el pantalón.  Ahora mismo me voy a mi casa. Y mañana vendré a traerle la factura del pantalón.  Y si esta mujer todavía se encuentra aquí, a usted le voy a poner una denuncia.
F: No será necesario.  ¿Carina?  Lo siento, cariño.  Pero estás despedida.
C: ¡Caramba, Freddie!  ¿Otra vez?  ¿Y por cuánto tiempo?
F: Me temo que para siempre.  No voy a deducir de tu sueldo los gastos de la vajilla rota o la factura de este caballero, pero sería mejor que te marcharas ahora.

Sebastián le rodeó los hombros con un brazo.

S: Vamos, Cari.  No necesitas pasar por esto.
C: Es cierto.  Pero necesito comer y pagar el alquiler.  Vamos, Freddie.  Sé bueno conmigo.  No puedo perder mi trabajo.  ¿Qué te parece si vuelvo a lavar los platos?

Freddie se echó a temblar.

F: Casi me has dejado en la ruina a causa de todos los platos que has roto.  A causa de eso te puse como anfitriona.
C: Podría retirar los platos de las mesas.
F: Por favor, Carina, no insistas.  Sabes que sufro del corazón.  Mira, te daré una buena recomendación.  Incluso mentiré.  Es lo mejor que puedo hacer dadas las circunstancias (dijo el dueño encogiéndose de hombros).
S: Lo mejor que puedes hacer es marcharte de aquí.  Yo te ayudaré a conseguir otro trabajo.  No será demasiado difícil ya que pronto se celebra la Fiesta.  Por último, yo mismo te contrataré ( le dijo Sebastián en voz baja).
C: Pero...
F: Por favor, Carina (murmuró Freddie).  No estoy en condiciones de sufrir estas molestias.

Eso fue suficiente.  Con gran dignidad Carina se despidió del dueño del restaurante.
C: Volveré mañana a buscar mi dinero.  Gracias por todo, Freddie.

Sin decir más se dirigió a la puerta seguida por Sebastián mientras los clientes le expresaban su simpatía.  Estaba claro que allí la apreciaban.
Una vez en la calle se volvió hacia el hombre.

C: ¿Tienes idea de lo que has hecho?  Gracias a ti me han despedido.

Sebastián la condujo hasta su vehículo.

S: La manera en que yo lo veo es que te salvé de un cliente muy deseoso de estropear esa bonita cara que tienes.
C: ¿Qué dijiste? —preguntó vacilante.
S: ¿Es que nunca nadie te lo había dicho?  Pienso que eres muy hermosa (declaró con una sonrisa).
C: Gracias.  Pero el piropo no te redime de la culpa (dijo al tiempo que intentaba recobrar su enfado, pero fracasó en el intento).  Necesitaba ese trabajo.  Si me hubieras dejado manejar sola el problema.  Pero, ¿realmente piensas que ese hombre quería hacerme daño?
S: Si hubiera podido ponerse en pie, te habría derribado de un golpe (dijo al tiempo que la hacía entrar en su camioneta último modelo).  Siento haberte hecho perder el empleo.  Mañana empezaré a averiguar qué podría haber para ti. 
C: No, gracias (respondió ella al instante).  Puedo arreglármelas sola.
S: No me cabe duda (expresó él).  

Mientras hablaba Sebastián se quitó la camisa rota y luego sacó una remera del asiento trasero.  Sebastián advirtió que Carina miraba su torso desnudo con los ojos abiertos de par en par, pero al instante desvió la mirada cuando se volvió hacia ella.

S: Sea como sea me dejarás ayudarte a encontrar otro trabajo (agregó al tiempo que arrancaba el motor).
C: ¿Por qué?
S: Porque, tal como dijiste, soy parcialmente culpable de lo sucedido.  Y así tendré una oportunidad para redimirme (comentó Sebastián, contento de que ella no hubiera insistido en que la dejara en la próxima parada del autobús).
C: Bueno, de acuerdo, entonces puedes hacerlo.

Lo dijo como si fuera ella la que le hacía un favor.  La absoluta falta de lógica de Carina le divertía mucho.  No quería que la ayudara porque eso atentaba contra sus principios de independencia.  Pero si ello contribuía a que él se sintiera mejor, entonces se lo permitía.  Una mujer loca y maravillosa.


Continuará….

1 comentario:

  1. Qué buena que está Maribel!!! Gracias por tu tiempo y tu creatividad!!! Está atrapante!!!

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