Capítulo 11
Experimento “Un Marido
para Mamá”
Informe sobre el
desarrollo de los acontecimientos
Los resultados no han sido aquellos que yo esperaba.
Al parecer a Sebastián Estevanez no le ha gustado mi experimento.
No sé si el asunto va a funcionar, porque a mamá no le gusta Sebastián. Aunque me di de cuenta que a Sebastián le gusta ella.
Pero como no tengo más alternativas, debo seguir adelante con mi plan. Veré qué sucede después de la primera entrevista.
Y si no resulta, tendremos que pasar al Plan B.
Cuenta Manuel:
Sebastián llamó a
casa. Prometió que vendría. Algo relacionado con el formulario de mamá. Esto no me gusta. Creo que va a sugerirle que lo revise por si
no está de acuerdo. Si lo hacen tendré
que vérmelas con algo diferente. Me
gusta Sebastián. Pienso que no
abandonaría a mamá. Por lo tanto si lo
elijo como mi futuro padre, tendría que encontrar el modo de manipular los
resultados, si ellos cambiaran el formulario. Tal vez una llamada telefónica...
Sebastián vio a Carina
apenas entró en el restaurante. Se
encontraba junto a un atril en madera en la espera de los clientes. Pero a medio camino se detuvo y alzó la
cabeza bruscamente. Su mirada recorrió
la habitación y se posó en él. Abrió los
ojos de par en par al tiempo que unos menús del restaurante se inclinaba
peligrosamente hacia el suelo. ¡Maldición! Debería recordar que su coordinación de movimientos
no era nada buena.
S: ¡Carina! Ten cuidado (la potente voz de Sebastián se
oyó por encima del rumor de la conversación de los clientes en el salón).
Ella se
sobresaltó al oírlo y desesperadamente intentó equilibrar al recoger los menús. Demasiado tarde la mayoría iban cayendo en
cascada hacia el suelo
Uno de los menús
voló directo al centro de la mesa contigua justo cuando el mesero colocaba una
jarra de sangría derramando la misma sobre los pantalones de uno de los
clientes.
¡Oh, Dios! Carina
dejó los demás menús en el suelo e intentó secar rápidamente la sangría
derramada sobre el mantel de tela de la mesa pero ya el líquido lila caí sobre
los pantalones del cliente. Carina al
ver dónde se llegaba la sangría se detuvo vacilante.
C: Lo siento
mucho, señor.
Durante un
segundo el cliente se quedó contemplando atónito su regazo manchado de la
bebida derramada.
Cliente: No se
preocupe solo fue un accidente.
C: No se preocupe
la cuenta es por la casa.
El hombre se
levantó de la silla con tan mala suerte que tropezó con la mesilla de las
bandejas de la mesa del al lado. La
bandeja junto a él cayó pesadamente sobre los pedazos de platos rotos y comida
desparramados por el suelo, sacando de las casillas al cliente.
Cliente: Estúpida.
Eso ya fue
suficiente para Sebastián que observaba la escena con los brazos cruzados sobre
el pecho. De dos zancadas se abrió paso
entre las mesas de clientes que miraban curiosos, y se puso delante de Carina,
al tiempo que ayudaba al hombre a ponerse en pie.
S: Tranquilo,
amigo. ¿No ve que fue un accidente? La dama se ha disculpado, así que le sugiero
que dé el asunto por terminado.
Cliente: Quítese
de en medio. El problema no es con
usted, es con ella.
Carina lo tironeó
de la camisa.
C: Tiene razón, Sebastián.
Esto no es asunto tuyo. Yo puedo manejarlo. Tengo experiencia en esta clase de cosas.
Cliente: Le he
dicho que se largue (le ordenó el cliente a Sebastián). Tengo un pequeño asunto que discutir con esa
hija de...
S: Cuida tu
lenguaje, señor, o tendrás que vértelas conmigo (lo cortó Sebastián antes de
que lanzara la palabrota).
C: ¿Cómo me ha
llamado? (intervino furiosa Carina indicando a los clientes que miraban con la
boca abierta). ¿No se da cuenta de que
hay señoras y niños en el local?
Cliente ¿Y qué? Me importa un...
Antes de que
pudiera continuar Sebastián lo agarró por el cuello de la camisa con tanta
fuerza que el hombre comenzó a ahogarse.
S: Déjame explicarte unas cuantas cosas, amigo. Lo que ha sucedido es realmente penoso. Tengo que admitir que Carina tiene un pequeño
problema de organización con sus piernas y brazos. Pero si intentas ofender a esta mujer o a los
clientes con ese lenguaje, me obligarás a tomar medidas más serias (le afirmó
aflojando la presión sobre el cuello del cliente).
Al fin el hombre
pareció darse cuenta del tamaño de su oponente.
Cliente: De
acuerdo, de acuerdo (logró decir jadeante).
En ese momento, Carina
volvió a tironear la camisa de Sebastián con tal fuerza que se abrieron las
costuras a la altura del hombro y una manga quedó casi desprendida.
C: Sebastián,
tienes que marcharte. Ahora mismo. Espérame en el coche y me reuniré contigo en
unos minutos.
En ese momento
apareció el dueño del restaurante de dondequiera que hubiera estado escondido.
F: ¿Qué pasa
aquí? ¿Qué ha sucedido? (preguntó como
si no hubiera oído ni visto nada).
Menos intimidado,
el cliente señaló a Carina y a Sebastián.
Cliente: Su anfitriona
me tiró una jarra de sangría. Me ha
estropeado el pantalón. Ahora mismo me
voy a mi casa. Y mañana vendré a traerle la factura del pantalón. Y si esta mujer todavía se encuentra aquí, a
usted le voy a poner una denuncia.
F: No será
necesario. ¿Carina? Lo siento, cariño. Pero estás despedida.
C: ¡Caramba,
Freddie! ¿Otra vez? ¿Y por cuánto tiempo?
F: Me temo que
para siempre. No voy a deducir de tu sueldo
los gastos de la vajilla rota o la factura de este caballero, pero sería mejor
que te marcharas ahora.
Sebastián le
rodeó los hombros con un brazo.
S: Vamos, Cari. No necesitas pasar por esto.
C: Es cierto. Pero necesito comer y pagar el alquiler. Vamos, Freddie. Sé bueno conmigo. No puedo perder mi trabajo. ¿Qué te parece si vuelvo a lavar los platos?
Freddie se echó a
temblar.
F: Casi me has
dejado en la ruina a causa de todos los platos que has roto. A causa de eso te puse como anfitriona.
C: Podría retirar
los platos de las mesas.
F: Por favor, Carina,
no insistas. Sabes que sufro del
corazón. Mira, te daré una buena
recomendación. Incluso mentiré. Es lo mejor que puedo hacer dadas las
circunstancias (dijo el dueño encogiéndose de hombros).
S: Lo mejor que
puedes hacer es marcharte de aquí. Yo te
ayudaré a conseguir otro trabajo. No
será demasiado difícil ya que pronto se celebra la Fiesta. Por último, yo mismo te contrataré ( le dijo Sebastián
en voz baja).
C: Pero...
F: Por favor, Carina
(murmuró Freddie). No estoy en
condiciones de sufrir estas molestias.
Eso fue
suficiente. Con gran dignidad Carina se despidió
del dueño del restaurante.
C: Volveré mañana
a buscar mi dinero. Gracias por todo,
Freddie.
Sin decir más se
dirigió a la puerta seguida por Sebastián mientras los clientes le expresaban
su simpatía. Estaba claro que allí la
apreciaban.
Una vez en la
calle se volvió hacia el hombre.
C: ¿Tienes idea
de lo que has hecho? Gracias a ti me han
despedido.
Sebastián la
condujo hasta su vehículo.
S: La manera en
que yo lo veo es que te salvé de un cliente muy deseoso de estropear esa bonita
cara que tienes.
C: ¿Qué dijiste?
—preguntó vacilante.
S: ¿Es que nunca
nadie te lo había dicho? Pienso que eres
muy hermosa (declaró con una sonrisa).
C: Gracias. Pero el piropo no te redime de la culpa (dijo
al tiempo que intentaba recobrar su enfado, pero fracasó en el intento). Necesitaba ese trabajo. Si me hubieras dejado manejar sola el
problema. Pero, ¿realmente piensas que
ese hombre quería hacerme daño?
S: Si hubiera
podido ponerse en pie, te habría derribado de un golpe (dijo al tiempo que la
hacía entrar en su camioneta último modelo). Siento haberte hecho perder el empleo. Mañana empezaré a averiguar qué podría haber
para ti.
C: No, gracias (respondió
ella al instante). Puedo arreglármelas
sola.
S: No me cabe
duda (expresó él).
Mientras hablaba Sebastián
se quitó la camisa rota y luego sacó una remera del asiento trasero. Sebastián advirtió que Carina miraba su torso
desnudo con los ojos abiertos de par en par, pero al instante desvió la mirada
cuando se volvió hacia ella.
S: Sea como sea
me dejarás ayudarte a encontrar otro trabajo (agregó al tiempo que arrancaba el
motor).
C: ¿Por qué?
S: Porque, tal
como dijiste, soy parcialmente culpable de lo sucedido. Y así tendré una oportunidad para redimirme (comentó
Sebastián, contento de que ella no hubiera insistido en que la dejara en la
próxima parada del autobús).
C: Bueno, de
acuerdo, entonces puedes hacerlo.
Lo dijo como si
fuera ella la que le hacía un favor. La
absoluta falta de lógica de Carina le divertía mucho. No quería que la ayudara porque eso atentaba
contra sus principios de independencia. Pero
si ello contribuía a que él se sintiera mejor, entonces se lo permitía. Una mujer loca y maravillosa.
Continuará….
Qué buena que está Maribel!!! Gracias por tu tiempo y tu creatividad!!! Está atrapante!!!
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