Capítulo 10
Qué había
sucedido? Nunca se había sentido tan
afectado por un simple... beso. ¡Maldición!
¿Sería posible que la ridícula leyenda de su abuela fuese cierta? Había solo una manera de cerciorarse.
S: Definitivamente
habrá que intentarlo de nuevo (le murmuró a Carina al oído).
El enfado de Carina
se transformó en una decisión tan sólida como una roca.
C: No tendrás
ninguna oportunidad.
EE: Parece que
tenemos una buena pareja (interrumpió Esperanza incapaz de ocultar su
satisfacción).
C: Excepto por
ese uno por ciento (replicó Carina mirando fijamente a Sebastián).
Sebastián sonrió,
aparentemente relajado. Nada lo
detendría hasta conseguir besarla de nuevo.
S: Ese uno por
ciento no me molesta (le advirtió sonriente Sebastian).
C: ¿De veras? (murmuró
Carina con una sonrisa venenosa). Qué
pena. Porque a mí me molesta
sobremanera.
Mientras volvían
a casa, Carina miraba las calles de Buenos Aires a través de la ventanilla del
autobús. ¿Qué iba a hacer? Su dulce y maravilloso hijo le había hecho un regalo:
le había comprado un hombre. Lo que
menos quería en el mundo. Y lo había
hecho de una manera que le impedía rechazar su pequeña sorpresa sin herirlo. Tampoco podía devolver el “regalo” o cambiarlo
por otro modelo.
Tal vez no habría
sido tan malo si Manuel hubiese comprado algo diferente. Alguien seguro. Alguien a quién ella pudiera controlar. Pero en lugar de un inocente cachorro, le
había entregado un león hambriento.
Sí, era cierto. Sebastián le recordaba un león. Incluso se movía con la misma fuerza,
elasticidad y energía controladas. ¡Y
ese beso! Al recordarlo Carina se llevó
una mano a los labios temblorosos.
Su mirada se posó
en su hijo. Si su vida hubiera sido diferente
no habría tenido a Manuel. Y lo amaba
con todo su corazón. Prometido, haría
cualquier cosa por él. Carina cerró los
ojos, entregada a lo inevitable. Cualquier
cosa. Incluso salir con un hambriento
león.
Sebastián se
encontraba en la recepción de la agencia y miraba, sin ver, la tranquila calle
residencial.
¿Cómo podría
convencer a una mujer que no creía en el amor, que este no solo existía sino
que además se lo podía encontrar en el primer beso?
EE: Sucedió, ¿no
es cierto, hijo? ¿Es ella? ¿Yo tenía razón?
Sebastián evitó
responder, pero las preguntas de su abuela confirmaron sus sospechas.
S: Fue el
ordenador el que nos emparejó?
EE: Sí.
S: Pero tú sabías
de antemano cuáles serían los resultados. ¿Hiciste algún truco, niña vieja?
EE: Por supuesto
que no. No le puedo restar credibilidad
a empresa.
S: ¿Verdaderamente
me pusiste en la base de datos para hacer un ensayo?
EE: Sí, pero
digamos que Wanda sugirió que no borrara tu nombre (contestó Esperanza a
regañadientes, después de una larga pausa.
Y sin poder evitarlo, Sebastián se echó a reír).
S: Siempre fue
mejor que ese maldito ordenador para emparejar a la gente.
Continuará….
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