Capítulo 1
PROF: La clase ha terminado (anunció
la profesora). Les deseo unas lindas y
felices vacaciones primaverales. ¿Manuel
Arce? Me gustaría hablar contigo antes
de que te marches.
Por el tono de su
voz, Manuel pudo adivinar que la profesora no estaba contenta. El resto de los alumnos de octavo grado desfilaron
hacia la puerta del salón de clases no sin antes lanzarle rápidas miradas
burlonas a Manuel. A menudo algunos
estudiantes (más bien un pequeño grupo de tres estudiantes) trataban a Manuel con
una mezcla de mofa, suspicacia y, ocasionalmente, abierto desagrado por ser el
hijo de una famosa actriz de Argentina.
Después de
amontonar sus libros sobre su pupitre, Manuel se aproximó a la señora Rogers.
M: Algún
problema, señorita?
La profesora
revolvió algunos papeles. «Está
nerviosa, no es mal indicio», pensó Manuel.
La profesora se ajustó las gafas sobre la nariz y le dirigió una mirada
fría y directa a Manuel. Esa forma de
mirar a menudo molestaba a la gente y tras observarlo fugazmente, ella apartó
la vista.
PROF: Manuel se
trata de tu proyecto para el trabajo experimental de ciencias.
M: ¿Sí?
PROF: Tendrás que
admitir que tu proyecto es... poco ortodoxo.
No había nada de
malo en ello. Manuel esperó, haciendo
pesar su silencio.
M: Mm.
PROF: Me gustaría
que eligieras otro tema (dijo al fin la señora Rogers penosamente).
M: No.
PROF: Comprendo
por qué quieres trabajar en ese tema. Pero
no es aceptable. ¿Es que no lo ves? (la
profesora Rogers le preguntó a Manu con un tono suave y maternal).
Manuel adelantó
la barbilla con gesto decidido. Ya tenía
una madre que, por lo demás, nunca se dirigía a él en ese tono.
M: Es una manera
lógica de resolver un problema que nadie más ha sido capaz de solucionar.
PROF: Pero
Manuel, se trata de tu madre.
M: Ella no es
lógica. No percibe el problema. Por lo tanto es improbable que intente
solucionarlo. Estoy seguro de que este
experimento será la solución.
PROF: Lo siento,
Manuel, pero no puedo autorizarlo. Al
menos, no sin el consentimiento de tu
madre.
M: No (dijo
apretando los puños). Si ella lo sabe se
alteran los resultados.
La señora Rogers
suspiró.
PROF: Lamento
decirte que es mi última decisión. Sin el
permiso de tu madre por escrito, tendrás que elegir otro proyecto. Incluso con su permiso, no estoy muy segura de
poder aprobarlo. Es demasiado...
demasiado... (se encogió de hombros, desolada). Manuel eres un chico inteligente. Y tu intención es noble. ¿Pero, no te das
cuenta de que no es apropiado?
Otra vez
utilizaba ese tono. Manuel apretó los labios y volvió a mirarla airado.
M: ¿Es su última
palabra?
PROF: Me temo que
sí. Tienes dos semanas de vacaciones
para pensar en otro proyecto.
M: Y si me
opongo?
PROF: Entonces
tendré que hablar con tu madre.
M: Usted se da
cuenta de que no me deja ninguna opción, ¿verdad?
PROF: Lo siento.
M: Yo también (murmuró). Ha sido un placer trabajar con usted, señora Rogers
(dijo finalmente).
PROF: Para mí
también, Manuel.
Manu volvió a su
pupitre con la carpeta que le había entregado la profesora. Se quedó mirando la pila de libros, mientras
su cerebro funcionaba con airada prisa.
La señora Rogers no cambiaría de opinión y no podía arriesgarse a que su
madre se enterara del experimento.
Dadas esas dos
premisas se puso a buscar una solución. Le
bastaron unos cuantos segundos para escoger una de las opciones más
intrigantes. Una leve sonrisa jugueteó
en sus labios. Era una opción muy
delicada.., pero los posibles resultados bien valían el riesgo.
M: Gracias,
señora Rogers. Ya encontraré una solución (dijo al tiempo que se ponía la
mochila en los hombros).
PROF: Me alegro, Manuel
(dijo la profesora con una gran sonrisa de alivio). ¿No te llevas tus libros?
M: No me hacen
falta.
Ella no pudo
evitar reírse ante la seguridad de su tono. El ingenio del chico inquietaba a la mayoría
de la gente, aunque él nunca había comprendido la razón.
PROF: Me imagino
que no. Probablemente ya lo tienes todo
memorizado.
M: La mayoría de
las cosas (le expresó Manuel mientras se dirigía a la puerta, añadiendo). Adiós, señora Rogers.
Salió del aula
con la mente muy ocupada en planificar lo que haría en los próximos dieciséis
días para lograr lo que se había propuesto. Pero a él le gustaban los buenos desafíos.
Y sin lugar a
dudas, encontrarle un marido a su mamá sería el desafío más grande de todos.
Continuará….
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