Capítulo 17
Experimento “Un Marido
para Mamá”
Informe sobre el
desarrollo de los acontecimientos
Los experimentos resultaron bien.
Sebastián hizo exactamente lo que yo
esperaba. Me gusta Sebastián, me gusta
como esposo de mi mamá y como mi padre. Es
un poco severo y estricto, pero buena persona. Incluso después de descubrir lo que yo había
hecho, no puso el grito en el cielo, ni nada. Aunque siempre me llama «chico», no me trata
como si lo fuera. Ahora me está
castigando por mentiroso, pero está bien. El castigo va a ser divertido, si exceptuamos
la limpieza de la cabaña. Siempre quise
ser vaquero, aunque sea por un par de semanas.
Y le conté lo de Córdoba. Se puso como loco. Pero al menos lo sabe. Puede ser que logre detener a mamá. No quiero irme a Córdoba. Quiero quedarme en Buenos Aires. Y quiero quedarme con Sebastián. La verdad es que quiero que Sebastián sea mi
papá.
Experimento 3: Vivir en casa de Sebastián +
Situaciones Románticas = Amor.
Objetivo:
Pienso que la gente se
enamora más rápidamente cuando pasan juntos mucho tiempo. Pero eso no le sucede a mi mamá. Se le da muy bien decir ¡No! Y por alguna estúpida razón Sebastián parece
tomárselo con calma. Así que tendré que
buscar el modo de apresurarlos un poco a fin de poder disfrutar de un padre
antes de cumplir los cincuenta.
Procedimiento:
Provocar encuentros en
lugares donde se puedan besar.
Sebastián y Carina
estaban discutiendo en su espacioso despacho.
S: ¡Al diablo con
la suave persuasión! Tendría que haber
sabido que nunca funcionaría contigo (gritó enojado). ¿Qué quieres decir con eso de que te marchas
a Córdoba?
C: ¿Y qué tiene
de malo Córdoba? (gritó ella también, contenta de que la gruesa puerta del despacho
aislara las voces del resto de la casa).
S: Yo no vivo ahí
y tampoco deberías hacerlo tú.
C: ¿Te das cuenta
de que eso es una ridiculez?
S: ¿Soy ridículo?
¿Por qué? ¿Porque quiero que te quedes aquí? ¿Porque soy capaz de admitir que sucede algo
especial entre nosotros, mientras que tú siempre intentas escapar?
C: Yo no huyo. Solo deseo volver a casa.
S: ¿A casa? ¿Por qué no lo dijiste antes?
C: Porque hasta
ahora no se había presentado la ocasión (balbuceó).
S: Recuerda que
acordamos ser honestos el uno con el otro. Entonces dime, ¿por qué te vas a Córdoba? Recuerdo que me dijiste que no tenías raíces y
tampoco un hogar como el mío.
C: Y no los
tengo. Córdoba es lo más parecido a un
hogar que alguna vez haya tenido.
Hogar. Qué extraña sonaba esa palabra. Pero si se reconciliaba con la tía Esther y el
tío Ben, ella y Manuel tendrían una familia y raíces. Por fin podrían pertenecer a un lugar en vez
de andar dando tumbos por todo Buenos Aires.
S: Todavía
piensas que Córdoba es un hogar después de diez años de ausencia?
C: Desde luego (dijo
a sabiendas de que no era cierto).
S: ¿Tienes
familia allí?
C: Un tío y una
tía (admitió). Últimamente mantenemos
correspondencia y han expresado su deseo de que vuelva con ellos. Quieren conocer a Manuel y que olvidemos los
problemas del pasado. Ya no son tan
jóvenes y no sé cuánto tiempo podrán valerse por sí mismos. Me parece que lo correcto sería regresar (dijo
encogiéndose de hombros).
S: Ir allá para
reconciliarte con ellos y echar raíces, ¿no?
C: Veo que has
estado hablando con Manuel.
S: Te confieso
que un poco y puedo asegurarte que él no está ansioso por marcharse de Buenos
Aires. Y yo tampoco estoy ansioso, ni
quiero que te vayas.
¿Por qué sintió
la urgencia incontrolable de arrojarse en sus brazos y confesarle su deseo de
quedarse ahí? ¿Por qué de pronto se le
hacía tan dura la idea de volver a Córdoba? ¿Y por qué una parte de su ser se empecinaba
en negar ese deseo?
C: Tomé la decisión
de regresar a Córdoba mucho antes de conocerte.
S: Y ¿Ahora que
ya nos conocemos? (Sebastián le puso las manos sobre los hombros). ¿Ahora que nos hemos acariciado, que nos hemos
besado?
Carina luchaba
entre dos fuerzas opuestas. Por una
parte, el anhelo de encontrar un hogar en los brazos de Sebastián y por otra,
el miedo a repetir su fracaso sentimental. Y ganaron las voces del miedo.
C: Mira, yo me
marché de casa en circunstancias desgraciadas (Carina le murmuró intentando controlar
su emoción y sus lágrimas).
S: Te casaste y
eso no funcionó, pero al menos...
C: Estaba
embarazada (dejó escapar casi sin aliento).
S: O sea que
tuviste que casarte por obligación.
C: Mis tíos no
querían que me casara. Querían que
tuviera al bebé y luego lo entregara en adopción. Pero yo me escapé y me casé con Pablo.
S: ¿Manuel sabe la
verdadera historia?
C: No se lo he
contado. Pero si alguna vez me lo
pregunta, seré franca con él. No sirve
de nada mentirle. Todo lo que tiene que
hacer es mirar la fecha de mi boda en el certificado de matrimonio y compararla
con la de su nacimiento. No le costará
nada imaginarse lo sucedido cuando vea que hay siete meses de diferencia.
S: Es muy difícil
engañar a un chico como Manuel.
C: Yo no pretendo
engañarlo. Entre todos sus fallos, Pablo
tuvo un gesto honorable al casarse conmigo. No fue fácil para él. Es un aventurero por naturaleza así que fue
muy valeroso al casarse conmigo cuando todo su instinto lo empujaba a tomar el
primer autobús que lo llevara lejos de la ciudad.
S: Así que se
marchó después de cinco años? ¿Por qué
se quedó tanto tiempo?
Carina apretó los
labios para evitar que Sebastián notara su temblor. Todavía el recuerdo le parecía una oscura
pesadilla.
C: No se quedó. Se marchó a la primera oportunidad que tuvo. Un mes antes del nacimiento de Manuel, para
ser exactos.
S: Un mes antes,
que bastardo…(Murmuró Sebastián al tiempo que intentaba controlar su cólera). Y te pasaste los siguientes cinco años
persiguiéndolo, ¿no es verdad?
Al oír a Sebastián,
le pareció que su conducta había sido patética. Pero era tan joven entonces y estaba tan
asustada. Y tan pobre. En su larga lista de necesidades, el orgullo
ocupaba el último lugar.
C: Algo como eso.
S: ¿Y qué te
impidió continuar siguiéndolo? ¿Margarita
Mayers?
C: No, eso habría
podido sobrellevarlo. La razón es que
hirió a Manuel. Le dijo cosas
imperdonables. Y entonces me di cuenta
que era mejor nada a un mal padre.
Además en ese
tiempo había descubierto que podía arreglárselas sola.
S: Lo siento, Carina.
Debes saber que no todos los hombres son
como Pablo.
Unos golpes en la
puerta le ahorraron la respuesta. Edith
asomó la cabeza sonriendo.
Ed: La cena está
servida. La señora Esperanza llegó
cuando tenían su pequeña discusión. Así
que decidió esperarlos en el comedor con el joven Manuel. Y me pidió algo fuerte para beber.
S: Sirve ya,
Edith. Estaremos allí en un minuto (dijo
Sebastián).
Cuando la puerta
se hubo cerrado tras ella, Sebastián se volvió a Carina y le dijo:
S: Esta discusión
aún no ha terminado.
C: En lo que a mí
respecta no hay más que agregar. Ya que Manuel
te ha hablado de Córdoba, puedes comprender que una relación entre nosotros es
imposible.
S: Eso lo veremos
(añadió Sebastián con calma). ¿Vamos a
cenar?
Para alivio de Carina
la cena estuvo muy agradable. Esperanza los
entretuvo con historias de la agencia, de las muchas parejas que allí se habían
formado, especialmente de los casos más recientes. En un momento, en mitad de una anécdota, Esperanza
miró a Manuel.
EE: Dios bendito,
parece que es hora de que cierto jovencito se vaya a la cama.
Carina le echó
una mirada a su hijo. Se había quedado
dormido frente del puré de patatas. Junto
a su silla Miss Mopsey roncaba suavemente, al parecer tan exhausta como su amo.
S: Lo llevaré a
una de las habitaciones de invitados. La
casa de los trabajadores puede esperar una noche más (dijo Sebastián limpiándole
parte de la cara con una servilleta. Carina
se levantó de la silla).
C: Gracias, Sebastián.
No sé qué le sucede a este chico. Nunca lo había visto tan agotado. Se diría que se ha pasado todo el día
trabajando en vez de dedicarse a explorar el rancho.
Sebastián reprimió
una risita.
S: Tienes que
acostumbrarte, Carina. La vida en un
rancho puede ser más agotadora que la de la ciudad. Pero no le hará daño.
C: Estoy segura
de que tienes razón. Probablemente le
hará bien (comentó al tiempo que observaba a Sebastián acomodar al chico en su
hombro).
Unos delgados
brazos le rodearon el cuello a Sebastián. Esa visión hizo que los ojos se le llenaran de
lágrimas. No toma demasiado aire puro
como a mí me gustaría (agregó aclarándose la garganta).
S: No me digas
que estamos de acuerdo en algo. ¿Así que
estás dispuesta a admitir que la vida del rancho le hace bien?
C: Bueno, al
menos eso entra en el noventa y nueve por ciento de las afinidades (replicó Carina
en tono jocoso).
EE: Noventa y
nueve punto cuatro (99.4%) (Corrigió Esperanza, al tanto de lo que Sebastián y
Carina conversaban). Como me pediste,
introduje la información revisada en el formulario de personalidad en la base
de datos. Y arrojó ese porcentaje de
afinidades. Creo que los cambios
mejoraron las posibilidades. Así que me
parece que todavía estás atada a mi nieto. Aunque mejor es el diablo (exclamó alzando su
copa hacia ellos).
S: Oye, ¿tú de
qué lado estás? (rio Sebastián antes de subir a Manuel a la habitación de
huéspedes).
Continuará….
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