Capítulo 13
S: Es un poco
pronto para decirlo, ¿no te parece? Aunque
lo estoy considerando seriamente (añadió al ver que Manuel lo miraba fijamente. Sebastián pensó para sí mismo “Ah, si no
hubiera sido por ese maldito beso”).
Manuel adelantó
la barbilla.
M: Sabes que soy
parte del paquete, ¿verdad?
S: Ya lo sé (respondió
Sebastián con suavidad).
Manuel se relajó.
M: ¿Quieres ver
mi habitación?
S: De acuerdo (dijo
Sebastián mientras lavaba el vaso).
La habitación de Manuel
resultó ser una revelación. En un rincón
había una pequeña cama desprovista de su colcha. Grandes cajas de cartón, con las ropas del
niño cuidadosamente dobladas, se apilaban contra una pared. El resto del espacio lo ocupaba un gran
escritorio con un costoso ordenador del diseño más reciente que había en el
mercado. De inmediato se dio cuenta
cuáles eran las prioridades de Carina.
S: Es un
ordenador magnífico.
Manuel lo miró
vacilante.
M: Verás. En el colegio le aconsejaron a mamá que me
comprara uno (dijo al oír el comentario de Sebastián). Es mejor que lo sepas de inmediato. Yo soy inteligente (agregó a toda prisa, sin
aliento).
S: Me he dado
cuenta de ello.
M: No. Lo que quiero decir es que soy verdaderamente
listo. Alarmantemente listo. Así que si eso te molesta, sería mejor que me
lo dijeras antes de... (Sin terminar la frase se volvió al ordenador). Antes de que nadie pueda resultar herido (agregó
atropelladamente).
S: Manuel, mírame
por favor.
A regañadientes, Manuel
se volvió hacia él.
S: Escúchame, por
favor. A mí no me molesta (dijo al
tiempo que sentía clavados en su rostro los ojos verdes del chico, con un
desesperado brillo de esperanza en su aprensiva mirada). La inteligencia me gusta. Incluso el ingenio, que a otras personas
podría asustar. Yo no tengo ningún
problema con eso y tampoco lo tendré. ¿De
acuerdo?
M: De acuerdo (murmuró
con la barbilla temblorosa).
Justo en ese
momento se abrió la puerta.
C: Ya veo dónde se
habían metido. ¿Todo bien?
M: ¡Fantástico! Sebas sabe de ordenadores tanto como yo.
C: Vaya. Eso es todo un cumplido si viene de mi hijo.
Carina se había
cepillado el pelo que le caía sobre los hombros. Llevaba puesta una ligera blusa gris de manga
corta que hacía juego con los pantalones color negro.
S: Estás preciosa
(dijo Sebastián).
Y realmente lo
estaba. Los pantalones realzaban sus
interminables piernas y caderas, mientras que el pálido tono gris hacía
resaltar más intensamente el color de sus ojos.
S: ¿Lista para
partir?
Ella evitó su
mirada, concentrándose en su hijo.
C: Te llamaré
desde el restaurante para darte el número de teléfono. Y también te enviaré a la señora Warez. Y no le abras la puerta a nadie. ¿De acuerdo? (dijo al tiempo que lo besaba en
la cabeza).
M: De acuerdo
mamá. Adiós y que se diviertan (dijo Manuel
intencionalmente).
Apenas la pareja
se hubo marchado, puso en marcha el ordenador con el ceño fruncido. Parte del plan ya estaba funcionando. El ordenador había elegido al hombre perfecto
como padre. Pero su mamá era el gran
problema.
Continuará….
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