Capítulo 20
Experimento “Un Marido para Mamá”
Informe sobre el desarrollo de los acontecimientos
El asunto no va a ser
tan fácil como esperaba. Pensé que a
mamá le gustaría que Sebastián fuese a rescatarla. Pero en lugar de eso, ambos se enfadaron mucho
al enterarse que yo había desmontado la cama. Pero aún no me daré por vencido.
Todavía tengo otra idea para conseguir que
mamá se case con Sebastián. Voy a
asegurarme de que él le proporcione todas las cosas que a ella más le gustan. Todas las cosas que un papá tendría que
regalarle a una mamá. Las cosas que a
ella la harían llorar de felicidad y no de tristeza.
Experimentos 4 al 7: Mamá y Sebastián.
Objetivo:
Provocar
situaciones en las que Mamá y Sebastián estén solos con el fin de que se
conozcan mejor y hagan funcionar el 99,4% de afinidad en lugar de afligirse por
el 0,6% que los separa. ¡Es mamá la que alborota por esa
insignificante diferencia!
Procedimiento:
Hacer que Sebastián
le proporcione a mamá todo lo bueno que Pablo nunca le dio.
S: Toma una pala
y empieza a cavar un agujero allí, cerca de la escalera del balcón de la casa. Y yo cavaré por este lado (le ordenó Sebastián).
M: Sí, señor (respondió
Manuel dócilmente).
Sebastián lo dejó
trabajar un momento antes de hablar.
S: ¿Qué sucedió
anoche?
M: Bueno, yo...
desmonté la cama de mamá.
S: Me puedes
explicar ¿con qué fin?
M: Para que
pudieras rescatarla. Nadie antes que tú
lo había hecho nunca (explicó al tiempo que se secaba el sudor de la frente). Así ella podría sentirse como la princesa de
un cuento de hadas. Tú sabes que a las
chicas les gustan esas cosas. Y yo creo
que ella nunca antes se ha sentido princesa.
S: Yo agradezco
mucho tu ayuda, Manuel. ¿Pero no
pensaste que tu madre pudo haberse hecho daño?
M: Nunca fue mi
intención hacerle daño.
S: Creo que
deberías decírselo a ella, no a mi (le aconsejó Sebastián mientras echaba
tierra de abono y fertilizante en el agujero).
M: Por qué
plantamos los rosales?
S: Porque si no
lo hacemos se van a morir. Y no quiero
ver la expresión de tu madre si eso sucede.
M: Y tú esperas
que florezcan, ¿verdad?
S: Sí, espero que
al ver cuán bien se cultivan los rosales aquí en Buenos Aires, también ella
decida plantar sus raíces aquí. Pero
tardarán un tiempo en florecer. No se
las puede apresurar. ¿Entiendes lo que
intento decirte?
M: Sí. ¿Quieres que deje de ayudarlos? ¿No es eso?
S: Eres listo,
muchacho. Siempre he apreciado ese rasgo
de tu personalidad. Y no me importa que
me ayudes, siempre y cuando yo te lo pida. ¿De acuerdo?
M: Estás seguro
de que no puedo ayudar un poquito?
S: Ahora que lo
mencionas, claro que sí. ¿Por qué no
riegas estas plantas?
Unos días más
tarde Sebastián sorprendió a Carina contando el dinero que había sacado del
billetero. Eran unos pocos billetes,
seguramente todo su capital.
Mientras se
alejaba de allí en dirección al porche, de pronto un pensamiento le hizo
maldecir entre dientes. Con toda la
agitación de los últimos días, había olvidado acompañarla a cobrar el cheque
que le debía Freddie, el propietario del café.
Aunque, para su
propia tranquilidad, le había reparado el coche e incluso llenado el depósito
de gasolina. Además había mantenido una
interesante discusión con la dueña del apartamento, la señora Walters.
C: ¿Sebastián? (llamó
Carina mientras se acercaba al porche).
S: ¿Qué quieres,
amor?
Carina parecía
preocupada, pero no por eso dejó de ruborizarse al oír la cariñosa palabra.
C: Necesito ir a la
ciudad por el día.
S: ¿Quieres que
te lleve?
C: No, iré en mi
coche (dijo evitando mirarlo). Tengo...
algunas cosas que hacer allí.
S: Cosas.
¿Pero qué clase
de cosas serían aquellas?, no pudo evitar preguntarse. Seguramente cosas que haría para añadir más
barreras entre ellos. Carina enfrentó su
mirada con decisión.
C: Tengo que
encontrar trabajo y un lugar donde vivir.
S: Estuviste de
acuerdo en ser mi invitada hasta el día de nuestra cita de la Fiesta de San
Antonio (le recordó en el tono más suave que le fue posible).
C: Tienes razón,
así fue. Pero debo acudir a una
entrevista. Verás, es un proyecto que he
estado elaborando desde hace mucho tiempo. Y si no lo hago hoy, ya no podré realizarlo.
S: Suena a algo
importante.
C: De hecho lo
es. Probablemente llegaré tarde y me
preguntaba si tu podrías cuidar de Manuel (dijo vacilante).
S: Sabes que sí. ¿De veras que no quieres que te lleve a la
ciudad?
C: Gracias, pero
esto es algo que tengo que hacer sola (replicó con gesto decidido).
S: Vendrás a
cenar?
C: Creo que sí. Pero si tardo llamaré por teléfono.
Sin decir nada
más se dirigió al coche. Al poco tiempo
el vehículo desaparecía por el camino de entrada envuelto en una nube de polvo.
Carina volvió
tarde al rancho, cansada y hambrienta. Su
entrevista había durado casi ocho horas. Había llamado para avisar que volvería tarde y
Sebastián prometió guardarle cena. Se
detuvo en el vestíbulo, absorbiendo la quietud y silencio, aliviada por la
solidez del entorno. Incluso era capaz
de percibir la bienvenida de los susurros del pasado cobijados en cada rincón,
en cada grieta de la estancia. Había
llegado a casa.
C: ¿Sebastián?
S: Estoy aquí.
La voz venía del
despacho. Al abrir la puerta entornada,
se quedó mirando el interior completamente sorprendida.
Continuará….