sábado, 22 de febrero de 2014

Capítulo 12


Capítulo 12

S: Gracias, Carina.
C: A propósito, todavía no me has dicho para qué fuiste al restaurante.
S: Para conversar contigo acerca de la agencia La Rosa Amarilla.
C: Me lo temía (comentó con el ceño fruncido).
S: Sé que no estás contenta con las citas, así que pensé que podríamos revisar tu formulario y volver a introducirlo en la base de datos.  Así podríamos asegurarnos de que quedas emparejada con el mejor candidato posible.
C: No quiero tener citas con nadie.
S: Lo comprendo.  Pero tendrás que hacerlo por Manuel.

Con un leve suspiro se reclinó en el asiento.

C: Y pensar que Manuel cree que todo esto es por mi bien.  Pero la verdad es que no me interesa mantener relaciones sentimentales, ni de ningún tipo.
S: Ya lo sé.
C: Entonces, ¿por qué haces esto?  ¿Por qué aceptaste una cita conmigo?

Durante un segundo, Sebastián estuvo tentado de hablarle sobre la leyenda del Beso.  Pero en vez de hacerlo, decidió demostrárselo. Estacionó el vehículo frente al edificio de apartamentos donde vivía Carina y apagó el motor.  Después de quitarse el cinturón de seguridad se inclinó hacia ella e hizo lo mismo.

S: Lo que sucedió la última vez despertó mi curiosidad.
C: ¿De qué estás hablando?
S: Estoy hablando de nuestro beso.

Los ojos marrones de Carina se abrieron alarmados.  Inmediatamente le resto importancia a beso.

C: No pasó nada (protestó ella).  Apenas nos rozamos los labios.

Con mucha cautela Sebastián le rodeó la cara con las manos.  Su piel era muy suave.

S: Entonces no hay por qué preocuparse.

Mientras ella perdía segundos preciosos en considerar los pros y los contras de su próxima respuesta, él la abrazó estrechamente.  Ella no se resistió ni protestó.  Entonces Sebastián la besó como deseaba hacerlo desde la primera vez que sus labios se habían tocado.  Sus bocas se unieron fácilmente, maravillosamente, como si toda la vida se hubiesen besado. 

Entonces las palabras de su abuela le vinieron a su mente “Un beso y sabrás si es el amor verdadero”.  Y así fue.  Lo supo en lo más hondo de su ser.  Carina Zampini era su futuro.  Un futuro dulce, ardiente, delicioso pero sobre todo permanente.

Sebastián no se precipitó.  Inclinándose más sobre ella, su beso se hizo más intenso.  La garganta de Carina emitió un breve pero hondo gemido, como de rebelión y entrega. Sus manos se posaron en los hombros de Sebastián y su lengua exploró ansiosamente la boca masculina.  Sebastián se sorprendió, aunque intuía que ella no era una mujer de medias tintas, o todo o nada.

Recostándose sobre una cadera, ella le rodeó el cuello con ambos brazos y se entregó al beso con honda pasión.  Sebastián empezó a acariciar la suave piel de los muslos bajo el vestido y ella respondió con un suspiro de placer.

¿Cuándo fue la última vez que un hombre la había besado y acariciado con pasión y dulzura a la misma vez?  ¿Alguien se había preocupado alguna vez de complacer su necesidad de amor o era ella la que siempre daba?  De pronto apartó los labios con un quejido y ocultó el rostro en el cuello del hombre.

C: Lo siento.  No puedo creer lo que he hecho.
S: No tienes por qué disculparte.  Te puedo asegurar por mi vida que no estoy ofendido en absoluto (murmuró Sebastián con una tierna sonrisa que iluminó el alma de Carina).  Pero la próxima vez creo que tendremos que elegir un lugar más privado.

Carina miró a su alrededor, sorprendida.

C: ¿Cómo sabes dónde vivo? (preguntó alarmada al reconocer su propia casa).
S: Manuel tuvo que darme la dirección para rellenar tu formulario.  ¿Puedes conseguir que alguien se quede con él unas pocas horas mientras lo revisamos?  Pensé que podríamos ir a un lugar más privado y decidir cómo lo haríamos.  Quizás cenando juntos.
C: ¿Después de lo que acaba de suceder?
S: Con mayor razón, ¿no crees?
C: No sé... bueno, tal vez podríamos.  Como esta noche tenía que trabajar, ya había hablado con una vecina para que cuidara de Manuel.  Así que, si me concedes un minuto, subo a cambiarme de ropa.
S: Claro que sí.  ¿No me invitas a entrar?
C: No tenía intención (dijo Cari con devastadora honestidad).
S: Me doy cuenta.  Pero tal vez cambiarías de idea si vieras cómo nos mira Manuel, con la nariz pegada a la ventana.
C: No hay mucho que ver (observó con demasiada naturalidad).  Me estoy comportando de forma poco amable, ¿verdad?  Muy bien.  Seré cortés. ¿No le importaría venir a casa a tomar un café, señor Estevanez?
S: Encantado, señora Zampini (dijo con una inclinación de cabeza).

No les llevó mucho tiempo subir las escaleras hasta la puerta del apartamento de Carina.  Manuel ya estaba allí.

M: Hola, Sebastián.
S: Hola, amigo (dijo Sebastián golpeando con la palma de su mano la de Manuel).
M: La señora Warez acaba de marcharse (dijo Manuel mientras entraban Cari y Sebas).  Tendrías que avisarle si quieres que me quede con ella esta noche.  Pero, ¿qué haces aquí a esta hora?
C: Me han despedido (dijo ella con las mejillas ruborizadas, al tiempo que cerraba la puerta).

Manuel se quedó con la boca abierta.

M: ¿Nuevamente?  ¿Qué sucedió esta vez?
C: Me distraje un momento y volqué una jarra de sangría sobre un cliente (murmuró evitando lanzar una mirada culpante sobre Sebastián).
M: Vaya, ¿y por eso te despidieron?  ¿Se hizo mucho daño el cliente?  ¿Estaba muy enojado?

Carina soportó las preguntas de su hijo con sorprendente buen humor.

C: Afortunadamente Sebastián evitó que el cliente se enfadara demasiado.
M: Ah, Sebastián estaba allí.  ¿Y también cuando volcaste la jarra? (los ojos del Manuel brillaron de un modo especial.  Sí que era un chico listo).  Muy interesante.

Carina se ruborizó hasta la raíz de los cabellos.

C: Sí, el señor Estevanez estaba allí.  Ahora si no te importa iré a cambiarme de ropa.  El señor Estevanez y yo vamos a... a...
M: ¿Celebrar su primera cita? (ayudó Manuel).
C: Bueno si quieres llamarlo así (admitió Carina).  Vamos a revisar mi formulario.  ¿Por qué no entretienes al señor Estevanez mientras yo me arreglo?  Quizás quiera beber algo.
M: De acuerdo (dijo Manuel mientras su madre desaparecía.  

A los pocos segundos Sebastián y Manuel oyeron que Carina cerraba de golpe la puerta de su habitación.  

M: Nunca había volcado una jarra sobre un cliente, ¿sabes?  Mi madre tropieza a menudo con los objetos y las personas.  Ella es más pequeña en su cabeza de lo que es en la realidad.  Es incapaz de medir sus movimientos.
S: Ya lo sé (sonrió Sebastián).  Créeme, ya sé mucho acerca de eso.  Lo de la jarra era solo cuestión de tiempo.
M: Sí (comentó Manuel con la misma sonrisa).  A mí me ha dado unas cuantas veces, especialmente cuando se agita y empieza a mover los brazos de un lado a otro.  ¿No te sientas?

Sebastián echó una mirada a las dos sillas, un tanto deterioradas, que componían parte del mobiliario del pequeño espacio dedicado a sala de estar.  Después de recorrerlo con la mirada, concluyó que su armario era más amplio y que ninguna de las sillas podría soportar el peso de su cuerpo. Era mejor no arriesgarse.

S: Estoy bien de pie.
M: ¿Quieres algo de beber?
S: De acuerdo.

Sebastián siguió a Manuel a la cocina que tampoco tenía demasiados muebles.  Había una mesa arrimada a la pared del fondo.  Una pata rota que se apoyaba en una guía telefónica.  También había dos sillas y un refrigerador más viejo que Esperanza.  No se veía aparatos de cocina, excepto un pequeño horno microondas.

Manuel había abierto un armario y Sebastián tuvo una fugaz visión del contenido: dos platos, dos fuentes y dos vasos.  Y nada más.  Todo ahí hablaba de una triste historia.  Con un vaso en la mano, Manuel abrió el refrigerador casi vacío y sacó una caja de leche de un cuarto de litro.  Después de llenarlo se lo tendió a Sebastián.

Mientras bebía la leche de la familia con un sentimiento de culpa, Sebastián pensaba si ella tendría algunos ahorros para vivir hasta que encontrara un nuevo empleo.

M: Nunca me imaginé que el ordenador te seleccionaría a ti.
S: Y yo tampoco.  Pero me alegro.
M: ¿Te gusta mi mamá?
S: Sí (dijo al tiempo que pensaba cómo restituir la leche sin herir los sentimientos de independencia de la madre).
M: ¿Deseas casarte con ella?

La pregunta lo sorprendió con la guardia baja.  Sí que era directo Manuel.

Continuará….


No hay comentarios:

Publicar un comentario