lunes, 24 de febrero de 2014

Capítulo 15


Capítulo 15

Experimento “Un Marido para Mamá”
Informe sobre el desarrollo de los acontecimientos

Le dije a la señora Warez que no hacía falta que viniera a acompañarme. Quería prepararlo todo el plan sin que ella se entrometiera.  Tendré que apagar el ordenador por un par de días.  El Plan B ha empezado a funcionar.  Mamá llegará en cualquier momento, así que tengo que moverme y rápido.  Quiero estar en la escalera de entrada cuando llegue.

Experimento 2:        Traslado


Objetivo: Mudarnos a la casa de Sebastián

Si su instinto protector funciona, Sebastián se hará cargo de nosotros cuando nos echen del apartamento. Tengo la esperanza de que nos lleve a su casa.  Desde luego que mamá se negará.  Por lo tanto tendré que encontrar el modo de hacerle cambiar de parecer sin que note que estoy detrás del asunto.

Procedimiento:
Limitar las opciones de mamá de modo que, aunque no lo desee, tenga que aceptar la ayuda de Sebastián.


S: ¿Los echaron de su casa? ¿Manuel, estás seguro? (Sebastián le preguntó preocupado a Manuel).

Carina al ver que su hijo asentía gravemente, sus hombros se hundieron durante un instante.  Luego irguió la espalda con un gesto resuelto y decidido.

C: De acuerdo.  Vamos a buscar una solución, hijo (declaró de forma positiva aunque ni ella misma se lo creía).
S: ¿Y cómo sucedió? (quiso saber Sebastián).
M: La señora Walters, la dueña del piso, me vio con Miss Mopsey.

Al oír su nombre, el perro lanudo junto a Manuel gruñó en tono culpable al tiempo que alzaba sus dos orejas blancas.

S: ¡Pero si es un perro!  Quién lo hubiera dicho (Sebastián enarcó las cejas, sorprendido).
M: Miss Mopsey es una perrita.  Pero aquí no se admiten animales.  Así que siempre la mantenía escondida (explicó Manuel).  Lo siento mamá, la señora Walters me sorprendió cuando la sacaba a pasear.  Y entonces me dijo que hiciera las maletas porque no podíamos quedarnos aquí.  Así que tenemos que marcharnos cuanto antes.
S: No puede hacer eso.  Es ilegal.  Ahora mismo hablaré con ella (intervino Sebastián tratando de ayudar en el asunto).
M: ¡No! (exclamó Manuel poniéndose de pie de un brinco).  Estuvo muy antipática.  No quiero vivir más aquí.  No dejará entrar a Miss Mopsey ni siquiera esta noche.  No tenemos más alternativa que marcharnos inmediatamente.

«¿Inmediatamente?»  Qué interesante.  Sebastián cruzó los brazos sobre el pecho, dudando de la palabra de Manuel.

S: Manuel confía en mí.  Yo puedo hacerle cambiar de parecer.
C: Gracias, Sebastián, pero no es tu problema.  Y no se trata solo de Miss Mopsey.  También le debo el alquiler (intervino Carina).
S: Sea como sea, la mujer no debió haber dejado a Manuel en el portal del edificio.
M: A decir verdad, la orden solo fue para Miss Mopsey.  Pero me dio miedo dejarla sola, así que decidí quedarme con ella hasta que regresaran ustedes.
C: No se hable más.  Entraré a hacer las maletas (Expresó Carina con decisión).
M: No hace falta mamá.  Ya está todo hecho.  La verdad es que no quería que pasaras más molestias, así que puse todas nuestras cosas en unas cajas que acomodé aquí, detrás de la puerta (explicó Manuel con una sonrisa angelical).
C: Gracias, tesoro, no sé qué haría sin ti (dijo Carina con una sonrisa temblorosa mientras le acariciaba la cabeza).
S: Puedo ofreceros mi casa (Sebastián le sugirió con una sonrisa tan angelical como la de Manuel, aunque ya sabía la respuesta que iba a recibir).
C: Gracias, pero no es necesario.  Nos quedaremos una o dos noches en un Hotel mientras busco otro apartamento (dijo Carina implacable).

Sebastián pensó presionarla un poco, aunque estaba seguro de que no obtendría ningún resultado.  Carina Zampini podía tener una voz tan dulce como la miel, pero esa capa de miel cubría una voluntad indomable.  Por lo tanto, lo más inteligente que podía hacer era limitarse a seguir su ejemplo.  Subió la escalera, entró en el portal y eligió la caja más grande del montón.  Al pasar junto a Manuel se sorprendió al verlo con el ceño fruncido.

S: ¿Qué te pasa, chico?
M: Nada.
S: Ah, ya comprendo.  Aunque sabes mejor que yo lo que sucedería si insisto en que me acompañen a casa.  Ya conoces a tu madre.  Por otra parte la respeto mucho como para imponerle mi voluntad.  Así que levanta el trasero y ayúdame a cargar las cajas.
M: De acuerdo.  Pero creo que puedo lograr que recapacite (dijo Manuel con una brillante sonrisa).
S: ¿Por qué será que no me sorprende?  Bueno, vamos a ayudar a tu madre.

No tardaron demasiado en cargar las pocas pertenencias de la familia Zampini en el destartalado carro de Carina.  En un momento, Sebastián observó sus vanos intentos por meter una caja que no cabía en el vehículo.
C: Son los libros, hijo.  Tal vez deberíamos dejárselos a la señora Walters para que los done a la biblioteca.
S: O podrías pedirme que los guardara hasta que encuentres otro piso (Le sugirió Sebastián impasible con los brazos cruzados sobre el pecho).
C: Realmente no quiero imponerte... (Empezó a objetar Carina.  Pero al punto cerró la boca al notar la rabia contenida que bullía del interior del hombre).

Después de darle las gracias, amablemente le entregó la caja.
C: Ya te haré saber mi nueva dirección.
S: No es necesario.  Los acompañaré al hotel.  Es lo mínimo que puedo hacer por ti y Manuel, considerando el estado de este coche, por llamarlo así (manifestó Sebastián al tiempo que se apoyaba contra el tronco de un árbol, decidido a esperar hasta que el trasto se pusiera en marcha).
C: Gracias.  Quedo en deuda contigo.  Vamos Manuel, sube al coche.

Pero cuando Carina intentó arrancar el motor, nada sucedió.

M: ¿Qué pasa ahora, mamá? (Sebastián oyó a Manuel).
C: No lo sé (balbuceó ella).
M: Vamos, sal del coche y déjame echas un vistazo.

Carina abrió el capó y de inmediato Manuel se puso a mirar el spaguetti de cables del motor.

S: ¿Puedo ayudar en algo? (gritó Sebastián a sabiendas de que la respuesta sería negativa).
M: No, gracias (se apresuró a decir Manuel).  Encontré el fallo.  Es el calibrador que está totalmente fundido.
C: ¿Y se puede reparar? (preguntó Carina con ansia).
M: Al menos no esta noche.  Habrá que esperar hasta mañana para llevarlo a un garage.

Sebastián se acercó.  Nunca en su vida había oído hablar de un calibrador, así que sintió curiosidad por saber qué le había hecho Manuel al coche.  Apenas tardó un segundo en darse cuenta de que la batería estaba desconectada.  Miró de soslayo a Carina, inconsciente de lo que sucedía.  Sin lugar a dudas que la mecánica no era su fuerte.

S: ¿De verdad que no necesitas mi ayuda?
C: Oh, no.  Manuel puede manejarse solo.

Sebastián se encogió de hombros.

S: Me parece muy bien.  Aunque ya te ha dicho que tendrán que esperar hasta mañana.

Si ella le hubiera pedido ayuda, habría tenido que decirle la verdad; pero saltaba a la vista que prefería sufrir las consecuencias de su testarudez.

C: Ya lo sé (dijo abatida).
S: A riesgo de desafiar tu sentido de la independencia, yo podría ofrecerte un lugar donde pasar la noche.  Tengo una cabaña entre mi casa y las dependencias de los trabajadores.  Y está desocupada.
C: Eso sería fantástico (exclamó Carina con evidente alivio).  ¿Cuánto costaría el alquiler?

Sebastián se sintió invadido por una oleada de ira que apenas pudo controlar.

S: Será mejor que tú y Miss Mopsey me esperen en la camioneta (Sebastián le dijo a Carina mordiendo las palabras).  Manuel y yo moveremos las cajas.
C: Pero...
S: Ahora (ordenó de inmediato aunque de repente suavizó el tono), por favor...

Alarmada, Carina abrió los ojos de par en par.

C: ¿Estás enfadado por algo?
S: Preferiría discutirlo en otra ocasión.
C: ¿Es porque me negué a aceptar tu invitación? (Carina le preguntó desafiante a Sebastián, colocando sus manos en las caderas.
S: Manuel, por favor ve a la camioneta con Miss Mopsey (ordenó Sebastián al tiempo que señalaba el vehículo).
M: ¿Tú y mamá van a pelear?
S: Solo vamos hablar la situación, amigo.
M: Quizás tú desees hablar, pero otras veces he visto a mamá así.  Ella quiere pelear.
C & S: ¡Manuel! (gritaron los dos al unísono.  Manuel desapareció al instante).

Carina lo miró airada.

C: Has alterado a mi hijo.
S: Tu hijo no está alterado.  Sobrevivirá.  ¿Me vas a ayudar a cargar esas cajas o quieres esperar en la camioneta?
C: Será mejor que nos lleves a un hotel.

Eso fue más de lo que Sebastián podía soportar.  Sin darle tiempo a reaccionar la estrechó bruscamente contra su cuerpo.  Sus bocas chocaron, pero luego se unieron en total armonía.  Ansiosamente ella le rodeó el cuello con los brazos y se entregó totalmente a la caricia.

La reacción de Sebastián al contacto del cuerpo femenino de Cari fue más intensa que nunca.  Carina tenía el poder de hacer surgir sus instintos más primitivos.  La necesitaba en su vida con una desesperación en la que no cabía error posible.  Todo lo que tenía que hacer era convencerla de que su pasión era tan ardiente como la de él.

La apoyó contra el tronco del árbol y se inclinó hacia su rostro.  La boca del hombre buscó ansiosamente la boca femenina y sus manos recorrieron su cuerpo deteniéndose en los pechos.  Las caricias de Sebastián enardecieron a Carina que, con un quejido, le clavó las uñas en la espalda, mientras enlazaba una de sus largas piernas a la del hombre.

El sonido de la bocina de la camioneta los obligó a separarse.

C: Es Manuel.  Será mejor que nos ocupemos de las cajas (Carina le susurró al oído).
S: ¿Y dónde quieres que te lleve? (Ella se aclaró la garganta).
C: ¿Serías tan amable en hospedarnos un par de días? (murmuró con una débil sonrisa).
S: ¿Y cuánto he de cobrarte por el alquiler?
C: Creí que... (se humedeció los deliciosos labios).  Creí que íbamos en calidad de invitados.
S: ¿Era tan difícil decir eso desde el principio?
C: No estoy acostumbrada a ceder a otro el control de las cosas.  Por lo general soy yo la que llevo las riendas de todo.
S: Y tú piensas que yo intento adueñarme de la situación, ¿verdad?
C: Al menos eso parece a primera vista.
S: Te equivocas, Carina.  Admiro a las mujeres fuertes.  La única vez que me verás perder el control es cuando compruebe que te empecinas en solucionar los problemas por el camino más difícil.
C: Ya tengo una idea.  Puedo ayudarte en el rancho a cambio del hospedaje.
S: ¡No!, y vayámonos antes de que vuelva a perder la paciencia.

Continuará….



1 comentario:

  1. Ay por DIOOOOOOSSS!!!!! Son adictivas tus novelas!!! Gracias, gracias!!!!

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