Capítulo 18
Carina siguió a Sebastián
por la escalera. Este abrió la puerta de
una habitación junto a la de ella.
C: ¿Por qué estás
tan seguro de que hacemos una buena pareja? ¿Porque lo dijo el ordenador? (preguntó al
tiempo que retiraba las ropas de cama hacia atrás).
S: No es por eso (respondió
Sebastián mientras desvestía a Manuel y suavemente lo arropaba con las mantas).
C: Entonces es
por lo del Beso, ¿no?
S: Sí (murmuró al
tiempo que con mucha delicadeza se acercaba a ella). ¿No sentiste tú lo mismo?
Carina apagó la
luz y ambos salieron sigilosamente al pasillo cerrando la puerta del cuarto
tras de ellos.
C: Fue solo una
respuesta física. Un beso no es
suficiente razón para basar una relación estable.
S: Pero es un
buen comienzo (contestó Sebastián al tiempo que acorralaba a Carina contra la
puerta de la habitación). Podría decirse
que es una tradición familiar.
C: ¿Besarse? (preguntó
incrédula en el pasillo en penumbras).
S: Eso es. Verás, de acuerdo a la leyenda, los Estevanez siempre
reconocen a su alma gemela cuando al fin se encuentran y se besan.
C: ¿Y cómo lo
saben?
S: De la misma
manera que lo supiste tú. A través de un
beso.
C: No, no digas
eso.
S: Es justo que
te diga la verdad.
C: Parece que no
entiendes que no quiero mantener una relación con nadie.
S: Eso ya lo has
dicho claramente. Sin embargo la
pregunta que resta es ¿por qué? He oído
la opinión de Manuel sobre el asunto. Me
falta oír la tuya. Pero no esta noche. Ambos estamos cansados. Cuando quieras hablar, yo estaré aquí para
escucharte. Buenas noches (murmuró al
tiempo que le acariciaba la mejilla y darle un beso sonoro en la otra mejilla).
Una vez en la
habitación que Sebastián le había asignado, Carina miró a su alrededor con un hondo
suspiro. Era más amplia que todo su
apartamento, sin incluir el cuarto de baño adjunto.
Un momento más
tarde se puso a buscar entre las cajas hasta que encontró el álbum de recortes
en la más pequeña. Junto con sus rosales
era su bien más apreciado. Lo dejó sobre
la inmensa cama adornada con cuatro delgados pilares de madera torneada.
Después de
desvestirse y ponerse una camisa de algodón, se dejó caer sobre la cama junto
al álbum. ¡Craso error!
Instantáneamente
un extremo de la cama se vino abajo y el colchón se inclinó violentamente hacia
la pared enviándola de una voltereta contra la cabecera. Tras golpearse contra la dura madera de roble
quedó enterrada bajo los almohadones y la ropa de cama. Con un grito apagado intentó zafarse del lío
de ropa que la envolvía.
Justo en ese
momento se abrió la puerta y se produjo un instante de absoluto silencio
seguido de una risilla apagada.
C: Seas quien
seas, no te atrevas a reírte (ordenó furiosa Carina).
S: Lo siento (Carina
escuchó la voz de Sebastián que se aproximaba). ¿Necesitas ayuda? (preguntó con exagerada
seriedad).
Carina con toda
su alma le hubiera gustado rechazar su ayuda. Pero, considerando su ridícula posición, no se
atrevió a hacerle frente.
C: Sí, no me
vendría mal (dijo con un suspiro de derrota). Si no te importa.
S: Con todo gusto
(dijo Sebastián al tiempo que la alzaba con cuidado sin dejar caer la sábana
que la cubría). ¿Se me permitiría
preguntar qué ha sucedido?
Ella hizo una
mueca al tiempo que se envolvía más aún en la sábana de colores.
C: Es tu cama. Así que tú deberías decírmelo.
S: Espera un
minuto.
C: Muy bien.
Sebastián retiró
el colchón y las ropas, evitando pisar los recortes del álbum desparramados por
doquier.
S: Parece que los
largueros de la cama se han despegado de la cabecera. Tienes suerte de que todo el armatoste no se
haya caído en tu cabeza.
C: Y cómo se
desprendieron?
Sebastián recogió
los tornillos que había encontrado juntos debajo de la cama.
S: Con una llave
inglesa.
C: Pero.. ¿Por
qué?
S: Te informaré
cuando lo descubra. Mientras tanto iré a
buscar unas herramientas para ajustar los pernos.
En ese momento se
abrió la puerta y apareció Manuel descalzo con Miss Mopsey pegada a sus
talones.
M: Un ruido muy
fuerte me despertó (dijo frotándose los ojos).
C: Lo siento
cariño. Mi cama se derrumbó.
M: Oh... ¿qué
haces aquí? (preguntó al percatarse de la presencia de Sebastián).
S: Vine a
auxiliar a tu madre.
M: Oh, así que
viniste a rescatarla, ¿verdad? Mamá, ¿No
es un gesto caballeroso de Sebastián? Nunca
antes habías tenido a alguien que te rescatara del peligro, ¿no es así?
S: No sé por qué tengo
la impresión de que vamos a mantener otra conversación, jovencito (Sebastián le
dijo a Manuel con los brazos cruzados sobre el pecho). Supongo que no tienes idea de cómo la cama se
vino abajo.
Manuel tragó
saliva.
M: Creo que
volveré a la mía. Tengo mucho sueño. Vamos, Miss Mopsey.
S: Muy buena
idea. Buenas noches (dijo Sebastián).
En cuanto el niño
y el animal desaparecieron por el pasillo, Carina se volvió a Sebastián.
C: No creerás en
serio que Manuel desmontó la cama, ¿verdad?
S: Seguro que fue
obra suya.
C: Pero, ¿por
qué?
S: Ya lo has
oído. Quiere convertirme en una especie
de caballero armado. Y se supone que
debo acudir a rescatarte.
Carina guardó
silencio. ¿Será posible? Una semana atrás, ella habría jurado que la
idea de Manuel de comprarle una cita era totalmente absurda. Pero lo había hecho. Quizás con la travesura que acababa de hacer
intentaba conseguir algo más... ¿un padre? Oh, no.
S: Y ahora ¿has
cambiado de idea?
C: Es posible...
que tengas razón (concedió ella).
S: Me parece que
es más que probable. Dame un minuto para
ir a buscar una llave inglesa y un alicate y montaremos otra vez tu cama.
Continuará….
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