Capítulo 29
En la escuela:
El Director Luis
Ponce había hecho buscar a Manuel a la Oficina del Principal, luego de que la
Profesora de Ciencias de octavo grado, la señora López le informara el tema del
proyecto de Ciencias del chico.
Ellos encontraron
fuera de lugar el mismo. De inmediato el
Director, mediante su secretaria, le avisó a Carina la urgencia de reunirse con
ella.
Apenas Sebastian
y Carina llegaron a la escuela los hicieron pasar a un salón de conferencias. Unos minutos más tarde, entraba el director
con una mujer que les presentó como la señora López, la profesora de Ciencias
de octavo grado.
D: Gracias por
haber venido cuanto antes (dijo el director al tiempo que le estrechaba la mano
a Sebastián y luego a Carina). Soy Luis Ponce,
Director de la Escuela Superior Santa Marta.
C: ¿Ha hecho algo
malo mi hijo? (Carina fue incapaz de contenerse más tiempo).
El director y la
profesora intercambiaron una mirada de circunstancias.
SL: Se trata de
su proyecto de ciencias para la Feria Científica (explicó la señora López). Ya que también nuestro programa de estudios
contempla trabajos de ese tipo, quise leerlo.
C: ¿Un proyecto
científico? ¿Y qué desea hacer mi hijo
este año? ¿Un experimento genético,
curar el cáncer o algo así? (preguntó Carina con una sonrisa de alivio).
PL: No, no exactamente
(dijo la profesora con el ceño fruncido). He enviado a buscar a Manuel. Espera en la oficina, porque antes quería
conversar con ustedes. La verdad es que
no sé cómo decirlo de otra manera, pero me temo que el objetivo del proyecto
científico de Manuel consiste en que usted, señor Estevanez, se case, con la
Señora Zampini. Diría que se trata de
un... experimento amoroso, por llamarlo así.
Sebastián maldijo
entre dientes. Desde luego que era eso. Así se explicaban todas aquellas ingeniosas estrategias
y trampas que Manuel había realizado con premeditación. El amor... como un asunto de lógica
experimental.
D: Naturalmente
creo que usted, Señora Zampini no lo aprobará (dijo el señor Ponce).
C: Se equivoca,
realmente cuenta con toda mi aprobación.
Lo que Sebastián no
aprobaba era el modo en que ambos profesores miraban a Carina. Como si hubiera mal educado a su hijo.
PL: Tal vez usted
no alcanza a comprender la magnitud de las intenciones de su hijo (dijo la Profesora
López al tiempo que abría una carpeta). De acuerdo a la Introducción incluida en el
proyecto de Ciencias, él se presentó a la agencia matrimonial “La Rosa Amarilla”
con la expresa intención de encontrar...
S: Un padre (interviene
Sebastián). Lo sé desde el principio. Mi abuela y yo somos los propietarios de dicha
agencia. Yo estaba allí el día que llegó
Manuel.
El señor Ponce
alzó una ceja.
D: ¿Y usted
aprueba ese tipo de manipulación?
Sebastián se
inclinó sobre la mesa, mirándolos de frente. Quería que supieran que hablaba con toda
seriedad.
S: Miren, yo aceptaría
cualquier condición para que la madre de Manuel se casara conmigo.
Muy agitados
ambos profesores se volvieron a Carina.
PL: ¿Usted se da
cuenta que todo fue producto de la maquinación de un muchachito de trece años? Él fue el causante de que la echaran del
apartamento, señora Zampini. También
desconectó la batería de su coche para dejarla a merced del señor Estevanez. Manuel, bueno… desmontó los largueros de su
cama (terminó la profesora, ruborizada hasta la raíz de los cabellos).
C: Sí, de
acuerdo. Pero lo único que quería Manuel
es que Sebastián fuera a rescatarme. Como
un caballero andante, usted me entiende.
D: Si usted lo
dice (opinó el director dudoso).
Y entonces fue Carina
la que se ruborizó.
C: Oiga. Si es solo un jovencito de trece años. Manuel no pensaba en... él no intentaba...,
bueno, usted ya me entiende (balbuceó). No era un asunto de cama... era una misión de
rescate.
PL: Veamos lo del
apartamento. ¿Tampoco le importa? (inquirió
la profesora López.
C: Se equivoca, nos
echaron a causa de Miss Mopsey.
PL: Sí, la perrita.
Ya lo sé (dijo la profesora ajustándose
las gafas al tiempo que se inclinaba sobre los papeles). Escuche, por favor. El asunto del perro forma parte del Plan B. Dice literalmente: “Hay que pasar delante de
la puerta de la señora Walters haciendo mucho ruido. Espero que nos oiga...”. Desgraciadamente para usted, así fue.
S: ¿Todo esto es
realmente necesario? (preguntó Sebastián). Si Carina hubiera entrado a hablar con la
señora Walters habría sabido que no la obligaba a marcharse esa misma noche. Doris le hubiera dado tiempo a encontrar otra
casa.
C: Y tú, ¿cómo lo
sabes? ¿Cómo sabes su nombre?
Sebastián se
encogió de hombros, arrepentido. Había
hablado más de la cuenta.
S: Pensé que no
era justo que los hubieran echado de la casa en plena noche. Así que cuando fui a recoger tu coche hablé
con ella.
PL: Ah, sí. El coche (continuó la señora López al tiempo
que examinaba más papeles). No se
estropeó a causa de... Aquí lo tenemos. A causa de un calibrador.
D: ¿Un Calibrador?
¿Y qué es eso? (preguntó el director
sorprendido).
S: Sí, ya lo sé (dijo
Sebastián). Los cables de la batería
estaban desconectados.
Carina se volvió
hacia él.
C: Sebastián ¿Tú
lo sabías? ¿Lo sabías y no me dijiste
nada?
S: Recuerda que
rechazaste mi ayuda (replicó a la defensiva). Dijiste que tu hijo podía repararlo. Si te hubieras molestado en preguntar, yo te
habría explicado qué le ocurría verdaderamente a ese trasto.
C: Querías
llevarnos a tu casa. Por eso mentiste.
D: Bueno,
volviendo a lo que nos interesa (interrumpió el director). ¿Por qué no aclaramos el asunto de la zorrilla
en la cabaña?
C: No intenten
convencerme de que Manuel también es el responsable porque me niego a creerlo. No pudo haber encontrado una zorrilla y
haberla metido en la cabaña en el poco tiempo que estuvimos en casa de Sebastián.
D: La verdad es
que no existió tal zorrilla, señora. Su
hijo puso en la cabaña unos productos químicos que huelen igual que la orina de
ese animal.
S: Pero no hubo
ningún daño (insistió Sebastián). Mantuve
una larga conversación con el muchacho y luego hice que limpiara la cabaña de
arriba abajo.
C: Así que tú
sabías todas esas cosas y nunca me las dijiste (exclamó Carina airada).
S: Pensé que tú
te habías dado cuenta de que algo pasaba. ¿Te acuerdas cuando nos quedamos sin gasolina?
Te dije que había sido Manuel y
decidiste que teníamos que ignorarlo.
C: Soy su madre. Debiste habérmelo contado todo desde el
principio.
S: ¿Y darte una
excusa para que te marcharas? ¡Maldición!
Si yo hubiera traicionado al chico, tú
ya estarías en Córdoba.
C: ¡Pero
prometiste ser honesto conmigo!
D: Ya entiendo
qué sucedió. Manuel ideó todos esos
incidentes a instancias del señor Estevanez (sugirió el director).
S: Eso no es lo
que realmente sucedió (explotó Sebastián con una mirada furibunda al Director).
Ahí es donde usted se equivoca. Este niño busca desesperadamente un padre. Y a su inequívoca manera decidió hacer algo. Dada la forma en que funciona su mente,
planificó sus acciones de una manera metódica, utilizando la lógica y la
inteligencia con el propósito de...
D: Manipular a
las personas, señor Estevanez. Reconozca
que usted ha respaldado todo este asunto para proteger a su abuela y a los
intereses comerciales que ambos comparten, pero deberá estar de acuerdo conmigo
que esa no es la manera más apropiada (lo amonestó el director).
C: Perdone, ¿pero
quiere repetir lo que ha dicho? (intervino Carina).
S: No estoy
haciendo esto en beneficio de la empresa de mi abuela (interrumpió Sebastián duramente).
Ya le dije por qué lo hago.
D: ¿Está seguro? Manuel nos habló de los periodistas que se
encontraban en la agencia el día que fue allí a solicitar el servicio. Ellos han estado haciendo una crónica de sus
aventuras. ¿Sabían ustedes que Manuel les
ha estado enviando constantemente informes acerca del progreso de sus
relaciones sentimentales? (les informó el director).
S: No, no lo
sabía (respondió Sebastián súbitamente inseguro).
C: ¿Pero de qué
hablan? (preguntó Carina al borde de perder la paciencia).
S: Espera un poco
amor, ya te lo explicaré.
D: Y no olvide
decirle la importancia de esa crónica para el futuro de la agencia matrimonial La
Rosa Amarilla. Eso será un espaldarazo
publicitario para la empresa.
C: No es
necesario que me expliques nada, Sebastián. Ya lo entiendo. ¿Por eso te enfadaste tanto cuando el
ordenador nos emparejó? Con los
periodistas como testigos no tenías más alternativa que aceptar salir conmigo.
S: De acuerdo. En ese momento no tuve otra alternativa. Pero luego algo sucedió y tú lo sabes bien. Pero quiero asegurarte que no sabía nada sobre
el dichoso artículo ni de la relación de Manuel con los periodistas.
C: O sea que lo
nuestro es producto de una manipulación de Manuel (comentó Carina con la cabeza
baja).
S: ¡Maldición! (rugió
Sebastián). Nos besamos. ¿Recuerdas eso? Yo sí que lo recuerdo porque me llegó muy
hondo, aunque tú no hubieras sentido nada.
Además recuerda como nos amamos las pasadas noches… (El director lo
interrumpe dándole una mirada de absoluto reproche).
D: Señor Estevanez,
por favor. No olvide que este es un
centro educativo.
Sebastián intentó
controlarse.
S: ¿Dónde está el
chico? Por favor mándelo buscar. Nos vamos antes de que usted siga hurgando en
mi intimidad.
C: Sí (confirmó Carina
con tranquila firmeza). Nos vamos.
S: No acabo de
creer tal maravilla (murmuró Sebastián). Al fin estás de acuerdo conmigo en algo.
C: Claro que
estoy de acuerdo, Sebastián. Marcharnos
es una buena idea (dijo con una amarga sonrisa). Siento mucho lo del proyecto científico,
señora López. Haré que Manuel piense en
otro durante nuestro viaje a Córdoba (agregó con una dulce sonrisa).
S: Tú no vuelves
a Córdoba (advirtió Sebastián con los dientes apretados). Por si lo has olvidado estamos comprometidos.
D: Pienso que
este no es el lugar adecuado para discusiones personales (Le observó
prudentemente el director).
S: Tiene razón,
señor Ponce (dijo Sebastián volviéndose a él). Pero quiero que sepan que no solo apruebo el
experimento de Manuel, sino que estoy muy orgulloso de él. Él quiere un padre, una familia unida. Lo que nunca ha tenido en su vida. ¿Entonces mejor razón podría ser más valiosa
para un niño que esa? Si en este mundo
enloquecido ese no es el proyecto científico más inteligente, ingenioso y
práctico que un chico desesperado intente emprender para alcanzar la felicidad,
es que no entiendo nada. Y le diré otra
cosa más. Voy a hacer que su experimento
se vea coronado como el mejor (agregó al tiempo que cogía la mano de Carina). De hecho, me voy a asegurar de que obtenga una
excelente nota por su trabajo.
Carina lo miraba
con las lágrimas rodando por sus mejillas.
Cuando salieron del salón de conferencias seguidos por el director, Manuel
ya se acercaba.
M: ¿Nos vamos,
verdad? Pero volveremos. Tome, señor Ponce. Esto es para usted (dijo al tiempo que le
entregaba un abultado sobre…). Es otro
proyecto científico. Creo que a usted y
a la señora López les gustará. Se trata
de la erosión del suelo, de la irrigación y algunas sugerencias técnicas para
obtener agua suficiente y no padecer sequías. No es el que quería hacer porque ahora no me
importa nada sino mamá (agregó con una sonrisa temblorosa). Solo intentaba que ella fuera feliz. Y de paso, tener un buen padre.
La señora López
miró al director y luego dejó escapar un hondo suspiro.
PL: Concédanos un
día para discutir el asunto más a fondo, señor Estevanez. Pienso que puede haber algo muy valioso en lo
que usted y Manuel han dicho.
S: Muy bien. Aprecio su buena intención, Profesora. Hasta luego (dijo Sebastián al tiempo que le
tendía la mano al director y luego a la profesora).
Acto seguido
salió apresuradamente del establecimiento con los brazos sobre los hombros de Carina
y de Manuel.
C: Sebastián, me
ha conmovido lo último que le dijiste al director. Pero, ¿por qué me mentiste? (preguntó Carina
aún con los ojos llenos de lágrimas).
S: Omitir no es
mentir, Carina. No te conté las trampas
de Manuel, porque realmente no sabía lo que tramaba en el fondo. Cuéntaselo tú, Manuel (pidió al tiempo que le
daba un codazo).
M: Mamá, nunca le
dije a Sebastián que trabajaba en un experimento científico. De veras. El se figuró que yo deseaba un papá, pero pensó
que todas mis trampas se debían a mi ingenio, y nada más.
S: Carina, perdóname.
Sé que debí haberte contado lo del
apartamento y lo del coche y lo de la zorrilla. Lo admito. Pero sabía que el muchacho no quería hacer
daño a nadie y eso me daba una buena oportunidad para cortejarte. Sé que es una palabra pasada de moda pero
traduce exactamente mis intenciones hacia ti.
C: ¿Entonces la
razón para salir conmigo no fue la necesidad de proteger los intereses
económicos de la agencia? (preguntó mirándolo a los ojos con una sonrisa temblorosa).
S: ¡Demonios!,
¡Que testaruda es la mujer que amo! ¿Cómo
puedo convencerte? ¿Qué más quieres que
te diga que no te haya dicho ya?
Manuel no podía
creer lo que oían y miraban sus oídos y sus ojos. El veía una complicidad amorosa entre
Sebastián y su madre. Estaba seguro que
su plan había dados los mejores resultados.
Sabía que Sebastian amaba a su madre pero quedo sorprendido ante las
palabras de Carina.
C: Tranquilo, mi
amor. Me has convencido. Te quiero. Y confío en ti. Pongo en tus manos no solo mi vida sino la de
mi hijo también (declaró al tiempo que se abrazaba a él).
S: ¿Y cuándo te
vas a casar conmigo?
C: De inmediato. Tan pronto como consigamos la licencia.
S: ¿Y dónde vamos
a vivir?
C: Dónde tú
quieras. Pero deseo que sea en el rancho
más precioso de todo Buenos Aires.
Él se inclinó
para besarla pero al profundizar en el beso, Manuel se acercó a ambos y los
abrazó.
Fue durante el
trayecto de vuelta al rancho cuando Carina finalmente se convenció de la
verdad. Y la verdad era que volvía al
hogar. Al hogar donde pertenecía.
Continuará…
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