Capítulo 28
Experimento “Un Marido
para Mamá”
Informe sobre el
desarrollo de los acontecimientos
He vuelto al colegio. Mamá me ha matriculado en esta escuela cerca
del rancho de Sebastián. Pero hay un
gran problema. Alguien del otro colegio
pasó el sopla sobre mi proyecto científico y aquí quieren verlo pronto ya que
mis nuevos compañeros también hacen trabajos similares. Me imagino que se armará la gorda, especialmente
cuando sepan lo que he estado haciendo con todos mis informes que he escrito
sobre el desarrollo de los acontecimientos.
Experimento 9: ¡Experimentos Interrumpidos!
C: Sebastián, aunque
en estos momentos mi corazón está brincando de alegría, tengo miedo (musitó
temblorosa bajo la caricia).
S: Ya lo sé. No quieres arriesgarte y comprendo por qué (observó
al tiempo que le acariciaba los cabellos). Ya tomamos una decisión, cariño. Tendrás que confiar en mí. Y peor aún, tendrás que confiar en ti misma. Has hecho malas elecciones en tu vida. Pero te juro que esta no es una de ellas.
C: Solo tengo que
creer en que no cometemos un error, ¿verdad? Tú no pides mucho, ¿no es cierto? Y si algo va mal en nuestra relación, Manuel...
S: Carina, lo que
Manuel necesita y quiere es a un padre (interrumpió Sebastián). Si jugara limpio, no utilizaría esa excusa
para convencerte. Pero te aseguro y te
prometo, desde lo más profundo de mi corazón, que ambos son muy importantes
para mí. Ambos se han convertido en
parte de mi vida y no la concibo sin ninguno de ustedes. Cuando llego a casa me encuentro buscándote a
ti o a un travieso niño de pelo castaño y ojos traviesos. Siempre pensé que tenía un hogar, pero ahora
sé que estaba equivocado. Eres tú y Manuel
quienes han convertido mi casa en un hogar.
C: Te amo, Sebastián
Estevanez (murmuró con los ojos arrasados de lágrimas).
S: Y yo también,
Carina Zampini. Tú y Manuel son mi
futuro. Y yo les pertenezco.
C: ¿Cómo puedes
estar tan seguro? ¿Cómo puedes saber que
todo irá bien? (le preguntó trémula y nerviosa).
S: Estoy seguro
porque, a diferencia de las voces que tú oyes, mis voces no dudan y nunca me
aconsejan mal. Lo supe desde la primera
vez que te besé. Y tú también lo
supiste. La diferencia estriba en que
aquello me decidió a intentar una relación seria contigo, mientras que a ti te
asustó.
C: Tienes razón.
S: Y desde
entonces has estado huyendo.
C: Pero ya no
huyo más, como ves.
Sebastián la acercó
a él y la abrazó estrechamente. Los
labios de Carina se entreabrieron para recibir el apasionado beso del hombre de
su vida. Mientras su boca aterrizaba en
la de ella, desabotonaba la blusa hasta que logró acariciar sus hermosos
pechos. Ella gimió, estrechándose más
contra él.
S: Espera un
segundo (murmuró Sebastián con un gran esfuerzo de voluntad). Todavía queda algo por discutir. Me refiero a tus intenciones. Lo siento, cariño. Pero no quiero los típicos arrepentimientos de
la mañana siguiente. Dentro de unos
minutos te llevaré a esa cama y haremos nuevamente el amor más dulce de
nuestras vidas. Pero ¿no crees que
deberíamos hablar sobre un posible embarazo?
C: Sr. Estevanez,
no cree que esa conversación llegó a destiempo máxime después de haber tenido una
hermosa y tórrida noche.
S: Siiii (dijo
con una sonrisa). Lo último que quiero
decirte es que no te volveré a llevar a la cama sin un compromiso. No puedo aceptar que me seduzcas nuevamente y mañana
me eches de tu vida. Cari, soy un tipo chapado a la antigua. Así que un anillo
de boda o nada.
Dicho eso sacó
del bolsillo de su pantalón una cajita de terciopelo color negra, pero Carina
se adelantó.
C: De acuerdo. Tú ganas (murmuró al tiempo que se ponía de
rodillas y le tomaba una mano). Señor Sebastián
Estevanez ¿Quiere hacerme el honor de casarse conmigo? Prometo amarlo y cuidarlo por el resto de mis
días.
S: Señora Carina
Zampini creí que nunca me lo pediría. Sí,
acepto con todo gusto.
Con un grito de
satisfacción la alzó del suelo y luego la tomó en brazos. Segundos más tarde se tendía junto a ella en
la amplia cama. Con la blusa abierta,
dejaba al descubierto una blanca braguita y las largas y contorneadas piernas
hechas para enlazar la cintura de un hombre y no dejarlo marchar jamás.
Y Sebastián no se
apresuró. Con movimientos lentos y
tranquilizantes se volvieron a desnudar para nuevamente demostrarse el
verdadero amor que sentían el uno por el otro.
La luz del sol se deslizó en la habitación llena de íntimos murmullos y suaves risas. Solo las cuatro paredes de la habitación fueron testigos de las palabras de amor de los amantes. Las manos de Sebastián se deslizaban sobre las suaves curvas femeninas de Carina, ofreciéndole olas de placer.
Sebastián
conquistó una novia con un amor tan profundo y completo que ya no quedó espacio
para el temor, la duda o el deseo de independencia. Los desnudos cuerpos se hermanaron. Se completaron. Formaron un todo. Esa noche Carina finalmente aceptó la verdad. Sebastián no era Pablo.
El sonido del
teléfono interrumpió el profundo sueño de Sebastián.
C: ¿Qué pasa? (le
preguntó Carina con voz soñolienta).
S: Te lo diré en
un minuto. ¿Diga?
EE: ¿Era la voz
de Carina? (preguntó Esperanza al otro extremo de la línea).
S: No es de tu
incumbencia, abuela.
EE: Lo voy a
tomar como un “Sí” (rio la abuela). Enhorabuena, mi niño. Sebastian, siento interrumpir su celebración de
las Fiestas de San Antonio, pero me temo que han llamado de la escuela de Manuel.
S: ¿Y por qué?
EE: Manuel está
bien, no te preocupes. Pero los
profesores han armado un alboroto por algo. Quieren ver a Carina cuanto antes.
S: ¿Y no pueden
esperar hasta mañana?
EE: Parece que
no. Y quieren verte a ti también, Sebastián.
S: Y ¿para qué
demonios querrán verme a mí? Bien,
estaremos allí en un par de horas.
C: Sebas, No comprendo, Manuel lleva en esa escuela menos de una semana. ¿Qué pudo haber hecho solo en un par de días? ¿Y también quieren verte a ti? ¿Por qué?
S: Amor, lo
sabremos a su debido tiempo (dijo Sebastián con calma).
Continuará….
No hay comentarios:
Publicar un comentario