Capítulo 27
Sebastián se levantó
y no vio a Carina, se puso su pantalón, salió afuera del cuarto y allí la vio,
con su pelo rubio al viento. Se acercó
por detrás a Carina, abrazándola y dándole un beso por el cuello subiendo para
atrapar con sus labios el lóbulo para finalmente voltearla y besarla con amor.
S: Buenos Días,
mi amor, ¿Cómo dormiste?
C: Buenos Días,
amor, increíblemente bien y mejor aún, amaneciendo entre tus brazos. Amor tengo algo que decirte.
S: Cari, que
puede ser más importante para cortar este lindo momento.
C: Sebastián, prometimos
ser honestos el uno con el otro, ¿no fue así, amor mío?
Pero Carina sabía
que no había sido totalmente honesta. No
estaba segura si las cosas cambiarían entre ellos cuando él supiera la verdad.
Lentamente Carina
se separó de Sebastián.
C: Espera aquí. Hay algo que necesito mostrarte.
Fue a su
habitación y sacó de su maleta la carta que Manuel había puesto allí. “Esto es para ti, mamá. Buena suerte”, había dicho esa mañana. Tal vez Manuel adivinaba su secreto. Pero aunque supiera la verdad, aún contaba con
el amor de su hijo. Y el hecho de que
hubiera metido la carta en la maleta sugería que pensaba que también Sebastián la
aceptaría. Bueno, dentro de un minuto se
iba a enfrentar a la verdad. Cuando
volvió a la habitación de Sebastián, este se paseaba de un extremo al otro.
S: ¿Qué pasa,
cariño? (Le preguntó Sebastián preocupado y ansioso ante la incertidumbre de lo
que Carina le quería confesar).
C: Se trata de la
promesa que nos hicimos de ser honestos el uno con el otro. La verdad es que yo no lo he sido (dijo frente
a él, con el sobre en la mano). Hay un
par de cosas que debemos cambiar en el formulario que completamos para la
Agencia de tu abuela.
Muy tenso, Sebastián
intentó sonreír.
S: Júrame que no
hay que modificar la sección que pregunta sobre sexo, y podré resistir todo lo
demás.
C: No, el
problema no es ese (respondió en tono de broma).
S: Supongo que se
relaciona con el sobre que tienes en la mano. Cuéntame, amor. ¿Qué pasa?
¿Qué quieres confesarme? (murmuró con mucha ansiedad).
C: Bueno, te
conté que cuando me marché de casa con Pablo yo estaba embarazada. Pero hay una cosa que no te he mencionado (dijo
al tiempo que se humedecía los labios).
S: ¿Y qué es?
C: Bueno, la
verdad es que no había terminado el bachillerato superior.
Sebastián frunció
el ceño.
S: Pero si ahora
tienes treinta y tres años. ¿Cómo es
posible que no...? Bueno, dejémoslo.
Ella se echó a
reír.
C: No es que haya
repetido cursos, Sebastián. La verdad es
que... no tengo esa edad, tengo treinta años.
Sebastián se
desplomó en una silla.
S: ¡Demonios!
¿Entonces tenías dieciséis o diecisiete años cuando te quedaste embarazada
de Manuel?
C: Bueno, casi. Me faltaban dos años para acabar la educación
secundaria. Pablo ya estaba en el último
curso. Estuvimos saliendo un par de
veces y me pidió que lo acompañara al baile de fin de curso. Demás está decir que la celebración fue memorable
y que no estuvimos toda la noche bailando. Y que tampoco tomamos ninguna precaución (concluyó
ruborizada hasta la raíz de los cabellos).
S: Y más tarde
descubriste que estabas embarazada.
C: Lo descubrí
durante ese verano. Pablo ya se había
graduado y me invitó a marcharme con él. Tan pronto como mis tíos supieron que me iría
de casa con o sin su permiso, nos permitieron casarnos.
S: Y luego ¿Pablo
se marchó un mes antes del parto? (preguntó Sebastián incrédulo). ¿Cómo es posible que abandonara a una criatura
de dieciséis años?
Ella se encogió
de hombros.
C: Le habían
ofrecido un trabajo mejor en otra parte. Al menos eso fue lo que dijo. Prometió enviar dinero.
S: ¿Y lo hizo?
C: Sí, lo
suficiente para sobrevivir. No era un
irresponsable absoluto. Pero yo no
estaba en condiciones de ponerme a trabajar. Incluso aunque no hubiera estado embarazada
habría sido muy difícil encontrar trabajo a tiempo completo con esa edad, como
más tarde supe. Así que cuando Manuel nació
conseguí un empleo, pero tuve que mentir sobre mi edad. Y una vez que pude ahorrar un poco de dinero
fui a buscar a Pablo.
S: ¿Y así fue
como viviste los siguientes cinco años? ¿A
la caza de Pablo?
C: Es deprimente,
lo sé, aunque lo supe más tarde (comentó Carina intentando sonreír).
S: ¿Y qué fue lo
que puso punto final a la caza? No, no
me digas, no te preocupes. Creo que ya
lo sé.
“Llegó la hora de
la segunda confesión”, pensó Carina.
C: Escuché la
conversación que sostuviste con Manuel. Él
te lo contó todo.
S: Carina no te
voy a reprochar nada, no soy nadie, pero debiste haberlo echado mucho antes, y
que bueno que lo hiciste.
C: Ahora me doy
cuenta de eso. Pero era demasiado joven
y estaba muy asustada. Me costó mucho
trabajo darme cuenta que podía arreglármelas sola, que no necesitaba su ayuda.
S: ¿Y ahora? (preguntó
Sebastián señalando el sobre). ¿Qué es
eso?
C: Esta es la
respuesta a un sueño que he albergado durante ocho años (respondió conmovida al
tiempo que miraba el sobre con el membrete de la Oficina de Educación de Buenos
Aires).
Con todo cuidado
abrió el sobre y desplegó el documento que contenía el mismo.
CERTIFICADO Grado
Asociado en Estudios Secretariales (Carina leyó en el diploma).
Nos complace
comunicarle que ha rendido con éxito los exámenes de las asignaturas
correspondientes a los estudios secretariales, graduándose con altas
calificaciones.
Carina enterró la
cara en el pecho de Sebastián y la camisa quedó empapada de lágrimas. Lo había conseguido. Tras ocho largos y difíciles años, finalmente
lo había logrado. ¡Esa era su última
meta! Terminar una carrera donde pudiera
ofrecer una mejor calidad de vida y mejor futuro para su hijo, Manuel.
Sebastián la dejó
llorar mientras le acariciaba el cabello.
S: ¿Sabes que
eres alguien muy especial? Querías
probarte a ti misma de que eras capaz y lo has conseguido.
C: Es porque un
día decidí que tenía que hacerme cargo de mi propia vida (le confirmó). De repente me di cuenta de que era
perfectamente capaz de cuidar de mí misma y de mi hijo. Así que decidí retomar los estudios y
conseguir mi diploma. Así podría estar
calificada para optar a un empleo decente y de paso reconciliarme con mis tíos.
S: Entonces yo
entre en tu vida y trastorné tus planes, ¿no es así? ¿Qué creíste que intentaba hacer, Carina? ¿Robar tu independencia? ¿No comprendes? No intento robar nada o dañarte de algún modo.
Mi único objetivo es hacerte feliz, mas
bien para hacerlos felices a ambos (dijo al tiempo que le rodeaba la cara con
las manos).
Sebastián admiraba
la fortaleza de carácter que se veía en cada rasgo de su hermoso rostro, aunque
su testarudez le causara un sinfín de frustraciones.
Carina rio con
dulzura.
C: Es la primera
vez que alguien me ofrece felicidad.
S: No sabes cómo
lo siento porque no hay una persona en el mundo que la merezca más que tú. Todo lo que tienes que hacer es intentar
alcanzarla, amor mío.
Ella cerró los
ojos y suavemente Sebastián le besó los párpados.
Continuará….
No hay comentarios:
Publicar un comentario